10. RONO EN LA CLINICA II
A
Rono ya le empezaba a hacer efecto la medicación. Tomaba
determinados medicamentos durante el día, le daban priorato de
tefulmina, resina de ocre, surumina 24 miligramos, ateína, jarabe de
guante... y menta cristal. Todas estas drogas eran para tratar de
corregir el comportamiento errático de Rono. Pero tenían efectos
secundarios que a él le pegaban siempre mal. Andaba por ahí
imitando animales, cantaba en idiomas extranjeros, se le secaba la
boca, tartamudeaba... En fin, parecía un hombre fuera de sus
cabales, un idiota, un demente de a ratos por así decirlo. Pero como
no era el único víctima de las pastillas en la clínica, se
consolaba pensando que todo aquello iba a acabar cuando terminara su
tratamiento. Un joven paciente neocelandés estaba aprendiendo a
caminar por las paredes, para sorpresa de muchos, y una mujer que
tenía ya cuatro hijos estaba desarrollando una inexplicable
habilidad para concebir mediante palabra.
Así
es que una tarde, mientras entonaba el himno de Alemania en
portugués, notó un tumulto en el patio interno. Un interno había
intentado escaparse trepando el viejo y grueso y alto portón, pero
lo habían descubierto a tiempo las enfermeras de turno. Lo
convencieron de que bajara del portón y viniera a tomar la leche,
vamos que se enfría, dele, apúrese, baje ya de ahí... Rono quedó
de una pieza ante el hecho. Los demás pacientes aplaudían y
zapateaban...
Lo
cierto es que la perspectiva de que alguien pudiese burlar la escasa
seguridad que había en la clínica y lograr salir... eso estaría
bueno, pensaba Rono.
Y
ahí, ahí en ese momento decidió comenzar su plan para escaparse él
mismo.
Lo
primero que hizo fue tratar de conseguir algo para cavar un túnel
desde su habitación hasta el gran portón de salida. Y ahí trepar
como lo había hecho aquel interno.
Consiguió
una herramienta al menos: un tenedor de plástico descartable. Pensó
rápidamente cómo utilizarlo para empezar su túnel hasta el portón.
A los 3 días se convenció de que era imposible. Tal vez un martillo
neumático y una pala. Pero no, no, haría mucho ruido eso. Una cuchara,
ahí está, una cuchara, como en las películas de los que se escapaban de cárceles. Sí, eso
es. Consiguió una con el pretexto de que quería hacerles a los
demás un truco mental y doblarla, pero al rato la estaba ocupando
para comerse un flan... Su
plan se desvanecía día a día cuando finalmente dio con la idea
exacta. Le pediría al hombre que caminaba por las paredes que lo
llevase hasta el techo, ahí abrir un agujero, trepar por él y luego
saltar... hasta su habitación para cavar el túnel.
- ¡No laputamadre, lo del túnel no! -se enojó Rono consigo mismo.
Decidió esperar hasta el día domingo, en la hora de las visitas cuando todo el mundo estaba distraído, él se escabulliría hasta la enfermería, se pondría un guardapolvo, unos lentes falsos, dientes de drácula, y saldría al patio como si nada. Ya una vez en el patio con su disfraz vería cómo hacer para cavar el túnel debajo del portón...
- ¡Perolaputaquemeparió! ¡Ningún túnel, ningún túnel! -se fastidió.
Al poco rato de comenzado el horario de las visitas en el día domingo, Rono se puso en marcha para ejecutar su plan.
Una telaraña que había en el marco de la puerta de la enfermería anuló todas sus chances. Rono no les temía a las arañas. Eran las telas que éstas tejían tan ingeniosamente las que lo paralizaban por completo.
Buscó alguna otra forma de ingresar. Se tiró al piso cuerpo a tierra y empezó a deslizarse usando los codos hacia la entrada.
Un bicho bolita le hizo abandonar casi todas sus esperanzas.
- ¿Qué es lo que pretende hacer? -lo descubrió una enfermera- ¿adónde cree que va usted, mmm?
- Nada -dijo Rono- se me cayó un lente de contacto.
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