20131120

Aventuras de Rono vol. 3 [episodio 5-parte 2]

5. RONO TRASANDINO (II)

- ¡Yo-Yo Ma! 
... gritó Rono, espantando el sueño de todos los demás también. Una línea de transparente saliva le corría desde el costado de su boca hasta la pierna de su buen amigo Nanchu, quien dormía en el asiento de acompañante en el auto de su otro buen amigo, Renzi
- Qué pasaa... -preguntó ya despierto su (otro) buen amigo, el escribano Gantúz. Viajaban de vuelta por la ruta y entraron en la Aduana Internacional que divide Argentina con Chile, y Arequehuaptá con Calzados Bahamonde.
- Nada, soñé, soñé que nos detenían en la Aduana por la computadora -confesó Rono a sus amigos, revelando así su temor por ser capturado por autoridades otra vez en su vida y también que había comprado una computadora en Chile y la había escondido en el auto sin decirle nada a sus amigos. Se arrepentiría luego. Todos ellos en realidad. 
Ahora bien, al llegar a la Aduana Intercontinental, Rono comenzó a mostrar síntomas de nerviosismo. Encendió un cigarrillo. Se le apagó con el fuerte viento de la alta montaña. Se quedó sin fósforos. Le pidió a uno de los oficiales del gobierno si le podía dar fuego. El hombre observó indicó un lugar donde había un cartel. Rono asintió, canchero, entendiendo que el oficial no le podÍa dar fuego ahí, entonces se dirigió hasta el lugar, con el cigarrillo colgándole de la comisura de los labios, se hacía el Marlon Brando, entrecerraba un ojo como si esquivase el humo -el cigarrillo estaba apagado por supuesto- y cuando llegó al sitio señalado por el aduanero... no había fuego. Buscó detrás de una maceta que contenía un cactus, se pinchó la yema de tres dedos y sangraba y puteaba.
- ¿Dóndeputahayfuegoacá? tamádrreee... -se agachó para ver debajo de la maceta cuando sintió que su amigo Renzi lo llamaba, se dio la vuelta y lo saludó. Y por un breve instante, tal vez una mera alucinación menor culpa de la altura, le pareció ver a su amigo Dadivan saliendo de las oficinas de peaje junto a una mujer, y junto a la fuente de mármol que coronaba el gran monumento a la próstata de J. R. V. Roosevelt. Pero no, no podía ser. Iba con capucha además.
La cosa es que llegó el turno de revisar el vehículo de su amigo y Rono aumentó los nervios y se puso a hablar pelotudeces con cualquiera.
Vio una máquina expendedora de golosinas y le preguntó a una mujer si habían bon-o-bon.
- ¿Qué? - la mujer lo miró con cautela relojeando hacia donde se encontraba su marido, por las dudas. Rono se disculpó y se fue. Estaban revisando los bolsos. Entró en pánico.
- Calmáte, calmáte -lo tranquilizó un poco Nanchu- revisan así nomás y aparte no traemos nada, tranquilo...
- Pero...
Rono anticipó lo que sucedería a continuación y decidió actuar rápido. A los 43 minutos mas o menos resolvió lo que debía hacer.
- ¡fuegoooo! -gritó de repente, y movía los brazos, como si fuera él el que se estaba incendiando.
El escribano Gantúz lo agarró de las manos y le repitió que se tranquilizara.
- ¡No traemos nada no tremos nada! -gritaba Rono tratando de zafar de sus amigos mientras lo sostenían.
- Quédese tranquilo, es así, es un amigo y a veces sufre de pánicos y cosas así -le comentó Renzi al oficial que les revisaba las cosas, quitándole importancia al asunto. Sin mucho éxito porque a esa altura ya toda la Aduana estaba al tanto del chiflado que hacía tanto escándalo. Amenazaron a Rono con llevarlo a las autoridades si no recobraba la compostura. Rono accedió. Sonó un celular.
- No es mío no es mío -aclaró rápido Rono mostrando las palmas de las manos.
- Es el mío -le dijo Nanchu mirándolo fijo- calláte por favor.
De repente, sin ninguna razón en particular, Rono caminó hasta el puesto de vigilancia interna, entró y salió con algo en la mano, como una corneta o algo. Se lo llevó a los labios y comenzó a hablar , primero se escuchó una baja puteada...
- Uno, dosss, uno, dosss, tresss, probando -aplicó un sordo golpe al artefacto como para comprobar que estaba encendido. Era un altavoz común y corriente. 
Y se sintió por fin la voz amplificada de Rono en todo el edificio.
- Quiero decirles, quiero decirles... a todos...
Un pequeño acople se infiltró y se desvaneció
- ...quiero decir que...
Sus amigos se agarraban el rostro con las dos manos. Gantúz ya se encontraba dándole explicaciones a un gendarme que quería detener a Rono. La cosa se puso algo seria.
- ... quiero expresarme, mis sentimientos, que nos tienen acá comooo... como... ovejas, sí ¡como vacas y ovejas! o las dos cosas, y no puede... no puede ser, no, yo he venido con amigos y nos quieren revisar todo, y yo les pregunto, yo me pregunto y te pregunto, ¿es justo? ¿eh? ¿es legal? ¿está contemplado por el Papa o la... UNICEF acaso?
Una mujer oficial de aduana persuadió a Rono de que bajara del techo de una camioneta en donde se encontraba hablándole a las masas, cual predicador.

Finalmente les hicieron firmar varios papeles y estaban por cerrar el baúl del vehículo cuando un haz de luz de la linterna del que revisaba se posó en una bolsa de arpillera con una nota escrita con lápiz labial que decía "Nada. No hay nada" El hombre recorrió la mirada de verdadera sorpresa que tenían todos, menos Rono. Rono se hacía el que arreglaba algo del retrovisor del auto, que no estaba roto en absoluto. También silbaba, tosía y hacía gárgaras...
- ¿Qué es eso, qué traen ahí? preguntó el oficial
- Nada, no lo sé... -contestó calmado y seguro de sí mismo Renzi.
- No sé -dijo Nanchu.
El escribano Gantúz movió un bolso y sacó la bolsa de arpillera. Rono transpiraba, empapado como si recién saliera del agua.
Abrieron la bolsa y asomó un artículo plano y rectangular. Una Laptop sin dudas. Todos miraron a Rono de muy mal humor. El hombre la mostró en alto, mirando también a Rono.
-¿Y esta computadora?
Rono, fingiendo asombro fijó la mirada el aparato y respondió inmediatamente.
- ¿y esa computadooraaaa...?

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