5. EN LA ZONA
Aparentemente, Rono descubrió que este lugar era bastante extraño cuando, luego de tomar prestado el auto del inspector Nuasset, llegó a un pequeño hostel para alojarse allí.
En la recepción del simpático lugar había un muchacho egipcio. Pero no un muchacho nacido en Egipto… sino un egipcio… uno de los que construyeron las pirámides. Recordó las palabras del inspector referidas a La Zona cuando le dijo “Acá están todas las culturas y los detalles del mundo, etc.…”, pero no lo había tomado literalmente. De hecho se sorprendió incluso de recordarlas. Se acercó al muchacho. Vestía nada más que una especie de taparrabo y una única túnica corta azul en la cabeza, iba descalzo y tenía los pies sucios… Por su parte, el muchacho egipcio llevaba una jardinera corta y hermosas sandalias de miel de arroz. Cuando llegó al mostrador, pensó “Perolaputa, un egipcio atendiendo un hostel, no se puede creer”
― Buen día, necesito una habitación. Y tengo un perro ―advirtió.
― Muy bien, son animales muy leales, pero yo prefiero los gatos ―contestó el egipcio―. Creo que tengo una habitación.
Rono no pudo evitar un comentario, sorprendido de la facilidad para el idioma del egipcio.
― Disculpe, ¿dónde aprendió el idioma?
De modales muy suaves y amables, el joven egipcio vaciló ante la pregunta. Tal vez porque no la esperaba, tal vez porque era una pregunta incómoda para él… o tal vez a causa de un gas atravesado en su estómago, vaya uno a saber.
― En Egipto, mi país ―contestó dando por sentado que esto era lo más natural del mundo.
― ¿Ah, sí? Mirá vos, ¿hablan español allá también? ―preguntó también Rono.
― No, en egipcio.
― Ah…
“Perfecto, soy yo que hablo en egipcio también, lagranputa”, pensó Rono ahora
El perro jugaba con el lagarto del inspector. Ya le había perdido el miedo de tanto llevarlo en la boca como si fuera su hueso preferido. Se sacaban la lengua, se pegaban con las colas, se mordían. El egipcio condujo a Rono y los animales por un pasillo estrecho, para enseñarle su habitación. Rono se detuvo ante la puerta y observó la cerradura. El perro detuvo el juego y paró las orejas. El lagarto detuvo un insecto desprevenido con su lengua y se lo comió.
― ¿Quién más vive acá? ―preguntó Rono al oír gemidos adentro de la habitación.
― Una pareja de Nigeria.
― ¿En serio?
― Sí, son dos mujeres. Acá tiene su llave. ―El egipcio se volvió, caminando raro.
Rono introdujo la llave en la cerradura, giró media vuelta y la puerta se abrió. Un olor intenso se apoderó de su nariz… y de su pelo. Las mujeres estaban sentadas en el piso, fumando un porro. Rono saludó, pero lo ignoraron.
“No hablo nigeriano entonces, muy bien”, se dijo a sí mismo.
Se recostó en una de las camas, pensando en… Lula, el presidente de Brasil. No sabía por qué. El perro se estiró a su lado, suspirando. El lagarto visitaba una mochila de las nigerianas. La vida continuaba. El mundo giraba, azul y pesado. El televisor emitía la señal de Sony Entertainment Televisión 100% Attitud. Rono tomó el control, cambió a Warner Brothers. Pasaban “Friends”. Se cagó de risa mirándolo…; y se quedó dormido cuando empezó “The Gilmour Girls”.
Al despertar, se sintió renovado. Necesitaba ese descanso. Miró el reloj que había en la pared, las 12: 43. Había dormido sólo 6 minutos, laputamadre. Pero se sentía bien, con ganas, tenía la mente clara, el cuerpo fresco, las ojos abiertos… y el perro el lado, durmiendo. Decidió salir a tomar algo, buscar un bar.
― Despertáte ―le dijo al perro. El animal movió una oreja.― Necesito una cerveza.
― ¡Stellaaaaaaaaaaaa…! ―exclamó el perro mientras estiraba sus patas.
Rono pensó que sería una buena idea invitar a las nigerianas. Todavía estaban en el suelo, fumando. Las miró y esperó algo, tal vez que lo miraran de vuelta, tal vez que se dieran cuenta del todo que él estaba ahí… o tal vez sólo esperaba soltar flatulencia silenciosa.
― ¿Saben si hay un bar por acá? ―preguntó.
Las mujeres lo miraron y rieron. Rono bajó la vista, avergonzado… pero no por la risa de las mujeres, sino porque vio al lagarto jugando agarrado a una de sus piernas, haciendo movimientos de evidente excitación sexual. Lo sacudió de una patada. El lagarto voló y quedó tomado a la lámpara del techo, emitió un sonido agudo y le sacó la lengua a Rono.
Al final, las chicas se levantaron del piso, hicieron entender a Rono que sí, que sabían donde había un bar, y fueron juntos. Llegaron a un sitio con muchas mesas y sombrillas, se sentaron afuera, los tres y el perro. Las nigerianas pidieron gaseosas y Rono cerveza. Se las trajeron, Rono bebió dos tragos de cerveza y… de repente algo inesperado sucedió. Vinieron, totalmente de ningún lugar, unas cuantas abejas que se obsesionaron con las botellas de gaseosas que las chicas tenían en la mesa, atraídas seguramente por el azúcar de esta clase de bebida. Era una visita peligrosa, Rono comenzó a sentirse amenazado por estos bichos. Una abeja se le posó en el pelo.
― ¡Sacamelá, sacamelá, laputamadre! ―gritó. El perro ladró a su lado, instintivamente. La abeja se alejó, dio una extraña y lenta voltereta… y volvió. Esta vez se posó en la mano con la que Rono sostenía la cerveza.
― ¡Váyanse a las gaseosas, laputaquelasparió! ―volvió a gritar Rono.
― Váyansue aduentro ―sugirió el perro.
Las nigerianas tomaron las bebidas y se encaminaron hacia adentro del bar, riéndose histéricas. Rono las siguió, revoloteando los brazos para espantar a las abejas, que lo seguían a él. El perro se comió una. No le gustó y la regurgitó con una arcada.
Adentro del bar, a salvo ya de las abejas, había un pequeño grupo de gente, el barman, dos meseras… y unos tipos montando un equipo de sonido en un pequeño escenario. No era un lugar grande, pensó Rono, pero se podía sentir muy buena vibración ahí. Le llamó la atención una pizarra que anunciaba el espectáculo para la noche: “Gran concierto de bandas de rock”, decía.
“¿Cuántas bandas pueden tocar acá?”, se preguntó Rono.
Y se lo respondería bastante pronto.
Aparentemente, Rono descubrió que este lugar era bastante extraño cuando, luego de tomar prestado el auto del inspector Nuasset, llegó a un pequeño hostel para alojarse allí.
En la recepción del simpático lugar había un muchacho egipcio. Pero no un muchacho nacido en Egipto… sino un egipcio… uno de los que construyeron las pirámides. Recordó las palabras del inspector referidas a La Zona cuando le dijo “Acá están todas las culturas y los detalles del mundo, etc.…”, pero no lo había tomado literalmente. De hecho se sorprendió incluso de recordarlas. Se acercó al muchacho. Vestía nada más que una especie de taparrabo y una única túnica corta azul en la cabeza, iba descalzo y tenía los pies sucios… Por su parte, el muchacho egipcio llevaba una jardinera corta y hermosas sandalias de miel de arroz. Cuando llegó al mostrador, pensó “Perolaputa, un egipcio atendiendo un hostel, no se puede creer”
― Buen día, necesito una habitación. Y tengo un perro ―advirtió.
― Muy bien, son animales muy leales, pero yo prefiero los gatos ―contestó el egipcio―. Creo que tengo una habitación.
Rono no pudo evitar un comentario, sorprendido de la facilidad para el idioma del egipcio.
― Disculpe, ¿dónde aprendió el idioma?
De modales muy suaves y amables, el joven egipcio vaciló ante la pregunta. Tal vez porque no la esperaba, tal vez porque era una pregunta incómoda para él… o tal vez a causa de un gas atravesado en su estómago, vaya uno a saber.
― En Egipto, mi país ―contestó dando por sentado que esto era lo más natural del mundo.
― ¿Ah, sí? Mirá vos, ¿hablan español allá también? ―preguntó también Rono.
― No, en egipcio.
― Ah…
“Perfecto, soy yo que hablo en egipcio también, lagranputa”, pensó Rono ahora
El perro jugaba con el lagarto del inspector. Ya le había perdido el miedo de tanto llevarlo en la boca como si fuera su hueso preferido. Se sacaban la lengua, se pegaban con las colas, se mordían. El egipcio condujo a Rono y los animales por un pasillo estrecho, para enseñarle su habitación. Rono se detuvo ante la puerta y observó la cerradura. El perro detuvo el juego y paró las orejas. El lagarto detuvo un insecto desprevenido con su lengua y se lo comió.
― ¿Quién más vive acá? ―preguntó Rono al oír gemidos adentro de la habitación.
― Una pareja de Nigeria.
― ¿En serio?
― Sí, son dos mujeres. Acá tiene su llave. ―El egipcio se volvió, caminando raro.
Rono introdujo la llave en la cerradura, giró media vuelta y la puerta se abrió. Un olor intenso se apoderó de su nariz… y de su pelo. Las mujeres estaban sentadas en el piso, fumando un porro. Rono saludó, pero lo ignoraron.
“No hablo nigeriano entonces, muy bien”, se dijo a sí mismo.
Se recostó en una de las camas, pensando en… Lula, el presidente de Brasil. No sabía por qué. El perro se estiró a su lado, suspirando. El lagarto visitaba una mochila de las nigerianas. La vida continuaba. El mundo giraba, azul y pesado. El televisor emitía la señal de Sony Entertainment Televisión 100% Attitud. Rono tomó el control, cambió a Warner Brothers. Pasaban “Friends”. Se cagó de risa mirándolo…; y se quedó dormido cuando empezó “The Gilmour Girls”.
Al despertar, se sintió renovado. Necesitaba ese descanso. Miró el reloj que había en la pared, las 12: 43. Había dormido sólo 6 minutos, laputamadre. Pero se sentía bien, con ganas, tenía la mente clara, el cuerpo fresco, las ojos abiertos… y el perro el lado, durmiendo. Decidió salir a tomar algo, buscar un bar.
― Despertáte ―le dijo al perro. El animal movió una oreja.― Necesito una cerveza.
― ¡Stellaaaaaaaaaaaa…! ―exclamó el perro mientras estiraba sus patas.
Rono pensó que sería una buena idea invitar a las nigerianas. Todavía estaban en el suelo, fumando. Las miró y esperó algo, tal vez que lo miraran de vuelta, tal vez que se dieran cuenta del todo que él estaba ahí… o tal vez sólo esperaba soltar flatulencia silenciosa.
― ¿Saben si hay un bar por acá? ―preguntó.
Las mujeres lo miraron y rieron. Rono bajó la vista, avergonzado… pero no por la risa de las mujeres, sino porque vio al lagarto jugando agarrado a una de sus piernas, haciendo movimientos de evidente excitación sexual. Lo sacudió de una patada. El lagarto voló y quedó tomado a la lámpara del techo, emitió un sonido agudo y le sacó la lengua a Rono.
Al final, las chicas se levantaron del piso, hicieron entender a Rono que sí, que sabían donde había un bar, y fueron juntos. Llegaron a un sitio con muchas mesas y sombrillas, se sentaron afuera, los tres y el perro. Las nigerianas pidieron gaseosas y Rono cerveza. Se las trajeron, Rono bebió dos tragos de cerveza y… de repente algo inesperado sucedió. Vinieron, totalmente de ningún lugar, unas cuantas abejas que se obsesionaron con las botellas de gaseosas que las chicas tenían en la mesa, atraídas seguramente por el azúcar de esta clase de bebida. Era una visita peligrosa, Rono comenzó a sentirse amenazado por estos bichos. Una abeja se le posó en el pelo.
― ¡Sacamelá, sacamelá, laputamadre! ―gritó. El perro ladró a su lado, instintivamente. La abeja se alejó, dio una extraña y lenta voltereta… y volvió. Esta vez se posó en la mano con la que Rono sostenía la cerveza.
― ¡Váyanse a las gaseosas, laputaquelasparió! ―volvió a gritar Rono.
― Váyansue aduentro ―sugirió el perro.
Las nigerianas tomaron las bebidas y se encaminaron hacia adentro del bar, riéndose histéricas. Rono las siguió, revoloteando los brazos para espantar a las abejas, que lo seguían a él. El perro se comió una. No le gustó y la regurgitó con una arcada.
Adentro del bar, a salvo ya de las abejas, había un pequeño grupo de gente, el barman, dos meseras… y unos tipos montando un equipo de sonido en un pequeño escenario. No era un lugar grande, pensó Rono, pero se podía sentir muy buena vibración ahí. Le llamó la atención una pizarra que anunciaba el espectáculo para la noche: “Gran concierto de bandas de rock”, decía.
“¿Cuántas bandas pueden tocar acá?”, se preguntó Rono.
Y se lo respondería bastante pronto.
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