16. RONO HACE UNA FIESTA
A partir de cierto momento, a Rono le entraron ganas de conocer a la numerosa tribu birmana. Por lo tanto, preparó y organizó una fiesta, o más bien una especie de celebración para que todos los habitantes se reunieran y lo pasaran bien por una noche al menos. Para esto debía de idear cómo hacer llegar el mensaje, osea la invitación formal o informal, daba lo mismo, ya que no había ninguna diferencia a ese respeto. Se puso primero a diseñar grandes carteles pintando gruesas y frondosas hojas de palmera. Pintó, o mejor dicho escribió, una sola palabra que sabía que todo el mundo, occidental y oriental, no podía desconocer.
La palabra era “PARTY”. Sí, estaba seguro que trascendía cualquier barrera idiomática. Pegó hojas de cartel en todas las entradas de chozas y cabañas a lo largo y a lo ancho de la isla.
PARTY.
Sólo le faltaba alcohol. Le pidió a Barbui que le consiguiera la mayor cantidad posible para que la fiesta tuviera éxito. Barbui accedió gustoso, ya que estaba invitado también, y consiguió martinis, ananá fish, fernet, piña colada, cervezas Stella Artois, jarabe de coco, y jugo de muela de cocodrilo. Bastante bien, pensó Rono, y le agradeció a Barbui el favor.
Ahora bien, la fiesta comenzaba con la caída del sol. Pero faltaba algo funcional y fundamental: la música. Para eso estaba el extraterrestre, que podía hacer sonar cualquier clase de música con su cabeza, vía Bluetooth. En ese momento vino acercándose un nativo birmano, tímidamente. Llegó a la parte del terreno que Rono y su extraterrestre amigo habían dispuesto como zona bailable. Nont'gunna proyectaba imágenes holográficas a modo de videoclips. Los altavoces de su propia cabeza sonaban bastante bien, fuerte y claro. Pero aún no aparecía nadie más que el nativo antes mencionado. Asique Rono le pidió a Barbui que le preste el seguro del auto para enroscarlo y que quedara como una corneta de papel.
-¡Vengan todos! ¡Come together! ¡Veni vidi vici! -gritaba Rono-. ¿Cómo se dice en Birmano, doctor?
- Ni idea. Pero pruebe diciendo: “Hasmaratara comengatti”, tal vez eso signifique algo, sí.
A Rono le pareció que valía la pena intentarlo.
-¡Hasmaratara comengatti! -gritó.
Y entonces, inexplicablemente, comenzaron a salir birmanos desde todas partes. De la densa selva de palmeras salían e iban cantando y moviendo la cabeza y los brazos y avanzaban con pequeños saltitos. “Bueno”, pensó Rono, “ahora sí que es una fiesta”. Y se puso a armar una barra con barro y hojas secas para servir las bebidas. Ya que Nont'gunna estaba ocupado con la música, él tenía que hacer de barman. El doctor Barbui seguía recostado en la oscura cabaña y hablaba con un loro blanco, en su inventado idioma birmano.
La fiesta era un verdadero éxito. Todo el mundo bailando, bebiendo, riendo y divirtiéndose a lo loco. Las mujeres, algunas visiblemente embarazadas, se revolvían los largos cabellos, teñidos de muchos colores. Los hombres y los chicos más jóvenes saltaban y hacían distintas acrobacias. El alcohol surtía un efecto extraño en los nativos. Los había desinhibido por completo. Pero lo que importaba era que todo el mundo se divertía.
Ahora bien, Rono estaba en su etapa seca, osea que no bebía, no podía beber alcohol debido a la nueva membrana que los científicos habían puesto en su sistema homeostásico cuando lo enviaron al espacio exterior. Y hasta ahora no había probado ni una gota. Pero extrañaba la bebida. Se preparó un martini sin gin y con tres aceitunas. Hizo una mueca de desagrado al tomar el primer trago. Luego le pasó mejor. Se preparó como diez más en un minuto, al tiempo que preparaba los tragos para los nativos que se acercaban a la barra. En eso, se confundió de trago, y entregó el de él a un nativo y bebió el que contenía alcohol. Pero no se percató de ello hasta unos minutos más tarde, cuando se encontró a sí mismo subiendo por el tronco de una palmera, gritando a viva voz: “¡Aguante Argentinaaaa, Aguante el Lobooo, Aguante el fasooo!”.
Barbui y Nont'gunna lo tuvieron que hacer bajar. El perro, que había estado todo el tiempo dormido en la cabaña, salió a ver de qué trataba todo el alboroto. Cuando vió a Rono subido al árbol de palmera, se acercó y ladraba, con ladridos cortos y largos intermitentes, como en código Morse. Entre Nont'gunna, Barbui y algunos nativos que se habían acercado a ver qué sucedía, lograron bajar a Rono de la altura a la que había ascendido, ebrio, y lo acostaron en el piso. Rono decía, rezongaba: “No, nooo, nooo… No me toquen, nooo…”.
Lo llevaron a la cabaña y un nativo le afeitó la cabeza con una navaja muy afilada. Era un ritual antiguo para que se les pasara la borrachera a los que habían bebido de más. Además, era el peluquero de la tribu, por lo que estaba calificado para hacerlo.
La fiesta continuó hasta el amanecer. Quedaban unos veinte individuos, más o menos, que bailaban, pero ya no había música. Nont'gunna se había retirado a sus aposentos, vaya uno a saber dónde. Barbui dormía al lado del calvo Rono, que roncaba y hablaba en sueños. Puteaba al perro. Y se movía de un lado a otro. Decía, dormido: “Oh, el horror, el horrorrr…”.
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