20100826

Aventuras de Rono vol. 2 [episodio 18]

18. LA INCERTIDUMBRE

Luego de abandonar Pretoria a las corridas porque perdimos el partido contra los putos alemanes, Rono se tomó unas vacaciones... y se tomó una cerveza en el avión que lo dirigía hacia su nuevo destino: La Incertidumbre.
Ahora bien, para un ser que ha pasado las cosas que Rono ha pasado -incluso haber muerto y resucitado de una manera inverosímil, viajar en el tiempo, codearse con el poder y demás cosas- rara vez La Incertidumbre lo desanima. Pero a Rono sí lo desanimaba La Incertidumbre. No le gustaba. Le parecía un lugar... cómo decirlo... le parecía un lugar en que... cómo ponerlo... La Incertidumbre le parecía una ciudad donde el amanecer se confundía con el atardecer, el dormir con el despertar, el hablar con oír, la música con el silencio, el lobo con caperucita... Esto le hizo recordar a Rono un viejo chiste sobre caperucita y el lobo y decidió, aparentemente sin otra razón que divertirse a sí mismo, contárselo a la azafata que le trajo la cerveza en el avión. La chica no sólo no encontró gracioso el chiste sino que propinó a Rono una ruidosa cachetada.

- Pero ¿cómo se atreve...? -le gritó la azafata en un susurro para no despertar al resto de los pasajeros- Maleducado. Debería denunciarlo con el piloto.
- No, con el piloto no por favor -dijo Rono en tono suplicante.
- Cuando lleguemos y aterricemos le voy a contar a las autoridades de ésta inmunda aerolínea. Igual yo renuncio. Hoy es mi último día de trabajo -confesó la chica inesperadamente. Rono se quedó de una pieza, mirándola sin saber bien qué decir.

Finalmente, aterrizaron en La Incertidumbre poco después de la puesta del sol. O a poco de haber éste salido; no se podía saber con certeza.
Rono se sentó en un bar del aeropuerto y se bebió otra cerveza mientras esperaba, no sé, algo, alguien, alguna cosa o persona qué le indicara qué hacer. Decidió que lo mejor era seguir esperando... y bebiendo otra birrita.

- Una Stella Artois, por favor -pidió Rono a un muchacho con chaleco que pasó al lado de su mesa.
- Pídasela a algún mozo. Yo no trabajo acá.
- Perolaputamadre -rezongó Rono. De pronto vio a otro joven que llevaba una bandeja y una rejilla. Se convenció de que ése era uno de los mozos de ahí y lo llamó. Para hacerlo golpeó en la mesa con la palma de la mano y emitió un gritito. El mozo no se percató de Rono. Repitió el gesto, esta vez algo más ruidoso. Ahora el mozo se acercó a la mesa de Rono, pero apoyó la rejilla en la mesa contigua para atender a Rono.

- ¿Sí?
- ¿Sí qué? -preguntó Rono al joven mozo con curiosidad.
- ¿Qué desea?
- Ah. Una Stella Artois, por favor. Y dígame, ¿para qué lleva esa rejilla a todos lados? ¿no es incómodo con la bandeja y todo, digo?
El mozo vaciló un instante. Luego respondió con una mezcla de alivio y franqueza -si es que estas dos cosas se pueden mezclar, claro.
- La verdad que sí -dijo el mozo- que es muy incómodo y molesto. Pasa que la saqué recién para limpiar el desagüe y ando con ella desde entonces. Enseguida la pongo de nuevo. Ya le traigo la cerveza.- Y se fué. Rono se quedó mirando la rejilla en la otra mesa y pensó "dónde zorra estoy digo yo" y esperó que la cerveza no la trajera con la mano que había manipulado el desagüe. Pero uno nunca puede estar del todo seguro de éstas cosas y muchas más. Eso es La Incertidumbre.

El perro estaba en la bodega. Pero en la Bodega Norton, en Mendoza, Argentina, terminando de dar unas pruebas de sonido y calidad al vino de mesa clásico. Luego partiría también rumbo a La Incertidumbre para reunirse con su amo Rono y ver qué sucedía allí después de todo. Apuró un malbec y dijo al empleado:

- Éste nuo es clásicuo, mirá...

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