Rono Vol. 4 ep 3

3. YOLENO CRECE 

Pasaron los días y el niño crecía a pasos agigantados. Al cumplir el mes de vida, aumentó de tamaño hasta medir casi un metro y medio de estatura. Increíble pero cierto, como que el avestruz pica y sacude la cabeza de su propia madre. Rono y la Negrita llevaron a Yoleno al control médico de rutina cuando este cumplió el primer mes de vida. El médico clínico y pediatra que los atendió se llamaba Luki García. Era un tipo bastante particular este doctor, como no podía ser de otra manera, por supuesto.



-Bueno -dijo el doctor García -, el chico se encuentra sano y fuerte para sus 9 años. Creo que no hacen falta más exámenes de rutina. Lo he evaluado con mi evaluador personal. Lo único que resulta un poco fuera de lo común consiste en el hecho de que el vocabulario que maneja para hablar es bastante amplio para un chico de su edad. Me ha contado en unos pocos minutos cómo resolvió la ecuación de la teoría de cuerdas. Bastante notable esto ya de por sí mismo. Debe de leer mucho y toda clase de temas su hijo.



Rono miró a su esposa. Esta lo miró a él. Los dos miraron al médico. El médico miró su reloj despertador. Y Yoleno miró los pechos que se salían de la blusa de la enfermera.



-Doctor -habló Rono -. El niño solo tiene un mes de vida. ¿No le parece extraño lo que pesa, lo que mide, y sobre todo lo que sabe? Porque a nosotros nos tiene desconcertados. Es un freak. Es un caso digno de ser estudiado más detalladamente, ¿no lo cree usted así, doctor? Porque es raro que un…



-¿Un mes? -Preguntó el doctor García - ¿Un mes de vida tiene su hijo? ¿Pero estoy loco yo o qué? No sé puede creer. Debe de haber algún error. Yo creí que tenía por lo menos 9 años. Habla, posee conocimientos extraordinarios, mide más de un metro y medio… en fin, espero que no se trate de una broma ni nada por el estilo, eso es un delito…



-¿Un delito, en serio? -Preguntó Rono-¿Puede ir preso el niño acaso? No, no, deje nomás, nos recomendaron que lo vinieramos a ver a usted y usted me dice que mi hijo, de sólo un mes de vida ha cometido un delito. Nos vamos.



-El chico no va a ir preso. Es a usted a quién van a encerrar por jugarle una broma así a un médico responsable como yo. Por favor retírense y no vuelvan hasta que se aburran de hacer esta clase de bromas. Esta es una institución muy responsable.



-Respetable -dijo la Negrita.



Yoleno miró a sus padres y recitó un poema de Baudelaire, en francés. Se fueron, desalentados y confundidos. Nadie parecía poder darles una explicación coherente sobre su hijo superdesarrollado. 



Pasaron los días. Cuando Yoleno contaba ya con tres meses de vida. Rono se vió obligado a tener que conseguir falsificar los datos personales de su hijo, como el DNI y el pasaporte, cosas así. Y lo llevó a la escuela. Le habían hablado de una escuela para chicos especiales que estaba en Oslo, Dinamarca. Y hasta ahí se dirigió el padre con su hijo, contando con la ayuda e intervención del doctor Barbui, por supuesto, que fue quien hizo todos los arreglos pertinentes para que esto fuera posible.



Arribaron a Dinamarca el 16 de febrero. Hacía frío. Yoleno, durante el largo viaje en el avión privado de Rono, le explicó a éste la teoría de la relatividad, de Albert Einstein. Pero por supuesto que Rono se limitaba a asentir con la cabeza, sin entender una sola palabra de lo que decía su hijo. A una de las personas que viajaban con ellos, precisamente el encargado de la seguridad personal de Rono y su familia, le tiró las cartas. Y también le tiró el teléfono celular en la cara, ofendido y fastidiado porque el hombre no se creía nada de lo que Yoleno le decía. También Nont'gunna tuvo un acceso de cólera cuando Yoleno, en un fluido neptuniano del norte de ese planeta, le contó toda la historia de cómo se había formado la Vía Láctea y todo lo que hay en ella. También le tiró las llaves por la cabeza a Nont'gunna, que soportó con indigencia las rabietas del niño. Ya medía casi un metro ochenta. Había desarrollado la musculatura completa, y hacía ejercicio regularmente. Rono retaba cariñosamente a su extraño vástago. La Negrita se empecinaba en continuar amamantando a su hijo, y eso a Yoleno le gustaba. Disfrutaba tres veces al día de los pechos de su madre y la leche materna que salía de ellos.


Rono contemplaba todo desde un punto de vista neutral. Pero le preocupaba el hecho de que alguien, el gobierno, los militares, los gitanos, los niños del maíz, alguien le quitara su hijo para estudiar su caso tan anormal. 


Llegaron a la escuela a eso de las siete de la tarde. 



A las siete y cuarto estaban volando de vuelta a su casa, habiendo sido amenazados por el director de la afamada institución con reportar el caso ante las Naciones Unidas.



Yoleno no necesitaba ir a la escuela. 



Lo que necesitaba era ropa nueva.



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