11/11/2025

Volúmen 3 (Completo)

 Aventuras de Rono vol. 3



1. HABLANDO DE ROMA


Ahora bien. Rono se encontraba en el aeropuerto de Bagdad esperando un taxi. No aparecía ninguno y ya comenzaba a fastidiarse como es su costumbre. Al minuto o dos apareció un bagdageño que tenía toda la cara tatuada con asteriscos. Raro, pensó Rono. Raro. El hombre manejaba una especie de rastrojero sin caja pero con elásticos... Rono -por curiosidad- se le acercó y le preguntó, en italiano: "túee.. conocche uno tassi pra ir a la piatzza cherca de acuí..". El individuo de los asteriscos en el rostro le indicó con exagerados ademanes que no, que yo no soy un guía ni un bombardero, que era un soldado y tenía 31 hijos y 17 mujeres, que no sabía italiano, que quién era él para preguntar así de prepo, que se fuera a la mierda...


Bueno. Rono frunció el ombligo y se dirigió de nuevo hacia el interior del aeropuerto... y ahí se sintió, ahí se sintió BUUUUUUUUUUUUUUUM...


Pero él, ya acostumbrado a este tipo de situaciones donde todo explota o se cae o se deforma, agarró su casco y su botella de cerveza caliente. Caminó hasta donde no caían escombros y se metió en un elevador de servicio del aeropuerto. Marcó el botón 8. Salió a una terraza y enseguida vio el helicóptero, corrió hacia el aparato ya en movimiento.


- Pará! Paráunpocoquemevoyconustedess... páren!!!


En el interior estaba el presidente del banco del Vaticano y un heladero de la localidad de jhássadakklianna, en Bagdad. Rono se sentó a su lado callado y observando todo, cada movimiento del aire, del cuerpo, de las hélices, del piso, de las pequeñas ventanillas que -notó con silenciosa pero histérica alarma- estaban abiertas un poco, se fijaba en los pilotos, en el viento que chiflaba afuera, en el rostro de los demás... en el zumbido de una abeja que se metió y no la pudieron sacar nunca y que al rato le picó a Rono en la ceja izquierda, laputamadre, cuándo no...


Ahora bien, los tripulantes hablaban en italiano y Rono no oía bien por el ruido, pero entendió algo, entendió algo, aunque no estaba seguro, no...


El Heladero sacó un bombón helado y se lo entregó a Rono, que desconfió enseguida, pero lo aceptó... y se le cayó en la falda.


- Laputaquemeparió...


- Non preocupare -dijo el heladero con la voz de Marlon Brando en El Padrino- Non preocupare.


- Ok. Lo que pasa que eran nuevos estos pantalones viste -rezongó Rono.


- Hay problemma pioree -el heladero miró al banquero y movió la cabeza en gesto de frustración y desasosiego- Hay un problema con este señor de Roma. El Papa ha renunciado, sé... Ha renunciado a su cargo por falta de cara, sé, sé...


- Quién, quién renunció? 


- Su Papa.


- Mi viejo?


- Nooo! el de la Roma...


- Ah -pareció entender al fin Rono- el padre de ese señor?


El heladero entrecerró los párpados.

- No! el Papa. Su Papa. Dío míooo...

- Bueno aclare hombre. Y de qué laburaba el viejo de él, eh? o es el padre del piloto el que me dice?

De pronto, un humo, un humo salió de la cabina. Era impresionante el humo. Rono sacó la cerveza y la agitó tapando el pico con el pulgar y luego roció a todo el mundo. Los pilotos enfurecidos y desconcertados lo miraron gravemente. El heladero volvió a mover la cabeza... y el presidente del banco del Vaticano dejó caer de sus empapados labios un empapado puro cubano que había encendido.


- Bueno, bueno, ehhh... -titubeó Rono- creí que algo se quemaba... y yo... bueno... esteee...



En contra de su voluntad lo consiguieron enroscar así nomás en un paracaídas y lo arrojaron de toque fuera del helicóptero. Cayó al vacío gritando: "nnnaraaanjaaaaaaaaaaaa..." 


Vaya uno a saber dónde caería ahora... y si lograría salir vivo de ésta.



2. DESPUÉS DEL BLACK OUT



Rono lentamente abre un ojo. Se siente vivo al menos. Algo pasó... cayó al vacío andá a saber dónde, luego todo es negro, un black out, no se sabe qué pasó... es un misterio, una página negra en la vida de Rono. Parece que existe un expediente de investigación sobre la causa y diferentes teorías que apresuran una pequeña luz, una luz para conocer qué sucedió durante el apagón total de Rono, quién lo salvó, etc.


Ahora está consciente y sabe, ya sabe que está en un hospital, que probablemente ya no vuelva a caminar, que se rompió entero, que lo mantienen vivo con una solución salina que le proporciona signos vitales, pero nadie es optimista y se considera que su estado es muy delicado, es muy difícil, es...


Una paloma entró por la ventana la pelotuda y giraba en el techo y se la ponía contra las paredes a veces, haciendo un quilombo, frrrflapfflappffrrrr...


- Laputaqueteparió -exclamó Rono saltando de la cama con una agilidad sorprendente. La paloma encontró la ventana de nuevo y le apuntó, atontada y en pánico, rebotó en el lado del vidrio y cayó al piso. Rono se observó y no tenía nada. Pero nada, ni un moretón. Se agachó y agarró el ave herida, la arrojó aleteando hacia afuera... y también le pifió a la abertura y la paloma volvió a chocar contra el vidrio. Rono insultó. Escuchó pasos y entró en desesperación, se quería esconder en algún sitio, un placard, un baño, un taxi...


Alguien abrió y entró a la habitación. 


Pero Rono se había quedado inmóvil y sin respirar en una extraña pose, pretendiendo pasar por un adorno exótico, una estatua humana como obra de arte que representaría la existencia y...


Se encontraba cerca de la ventana y había quedado de espaldas a la persona que había entrado, asíque... esperó un rato así, sin moverse, escuchando... Pero a los 37 minutos ya no aguantaba más. El sudor le corría frío por el cuerpo, se había orinado, le picaba una ceja y no había escuchado ningún ruido ni nada. Casi 40 minutos sin moverse, ahí como un salame asumiendo que su plan no sería descubierto, haciendo de estatua, en un hospital desconocido, no sabía quien entró, la paloma se arrastraba como podía por el piso, qué puta estaba pasando pensaba Rono. Se dio vuelta, se tiró al piso, rodó un par de veces, y trató de quedar parado de nuevo... pero al haber estado tanto quieto, las piernas se le habían acalambrado, y no lo sostuvieron. El envión lo empujó de espaldas hacia la puerta y cayó de nuca en el pasillo, un corredor angosto y de paredes asmáticas.


- ¿Dónnndemierrrdastóy? -se preguntó.



Caminando, observando todo, buscaba salir de ahí. O averiguar mejor qué hacía él ahí...


De pronto, sin ninguna razón aparente, se volvió velozmente hacia la habitación. Entró, pasó un rato, segundos, y salió con enfado y un paso apresurado. El celular. Se lo había dejado en una mesita que había junto a la cama. Puteó y apretó los puños, con bronca, con incertidumbre, con impotencia, ignorancia, una ambulancia hizo sonar la sirena en algún lado, Rono no lo podría decir con seguridad. Y la seguridad justamente era un tema conflictivo para Rono, un punto muy débil en su confianza en sí mismo. De hecho, bueno, Rono posee 162 puntos débiles en total. El piensa que eso lo hace frágil y sensible. Pero todo el mundo sabe que lo deja como un débil e incapacitado ser muy inferior, carente de todo sentido,el común y uno con jamón y morrones, y que le resta mucho puntaje a su persona, así como también a su padrino. Si es que tiene uno.


Bajó unas sospechosamente familiares escaleras y salió expulsado por una puerta vaivén. Llevaba solo unos calzoncillos y una sola media, en la izquierda. Justo le entró un mensaje de texto. Con dedos temblorosos apretó la pantalla para abrirlo. Seguro que ese mensaje contenía algo, una pista, un número, un nombre, un color, una fruta, un país, una marca, y tutifruti...


¡PROMO TRIPLICATE! decía el texto. 


Rono gritó involuntariamente y levantó el brazo para estrellar el aparato contra el piso. Pero algo lo detuvo.


La paloma. Rono la vio venirse arrastrando ya con una sola ala, dejando un delgado rastrillo de sangre por el piso. Estaba a casi 30 centímetros de su pie. Notó algo en una de sus patas. Se agachó y observó de cerca. Era un pequeño rollito de papel. Una paloma mensajera era. Rono sacó el papelito de la pata de la paloma, ya muerta, y lo desenrrolló Estaba escrito en Maramhés antiguo, un idioma que Rono ignoraba conocer. Al traducirlo al portugués, luego al alemán, después al chino, y por último al español, decía: "a las 09:54 te pasamos a buscar. Igual vos esperá hasta las diez, diez y cuarto. Y media como mucho, pero quedáte adonde estás".


- ¿Y adónde estoy es lo que digo yo? -preguntó Rono al pedazo de papel. No obtuvo respuesta, aunque la esperó convencido por varios minutos.


- A las 09:54. Ok. Me pasan a buscar... -y cayó presa del pánico- ¿Pero qué puta hora es ahora mecagoenlaputamadre?


Se fijó en el celular, que siempre dice el día y la hora en la pantalla, y no lo podía desbloquear ahora. Se cagó en todoelmundo, insultaba nombres que recordaba no sabía de donde... Cuando al rato se encendió la pantalla pudo ver los números de la hora cambiar de 09:53 a 09:54.


Y en ese mismo instante, en un universo paralelo, una rata mordisqueaba una semilla de sandía que no lograba sujetar firmemente, porque son muy resbalosas, sino, intentá levantar una del suelo con los dedos y después me contás...


3. LA ENTREVISTA


Un compañero de la primaria de Rono iba con él en la parte de atrás de una destartalada camioneta. Le sonreía. Rono movió una pierna y se topó con algo caliente. El perro estaba echado ahí.

-Salíparallá laputamadre..

El perro se movió unos centímetros, dormido, soñaba que perseguía por un bosque gigante a Lisa Simpson..

De prontp, se detuvieron, pararon bajo una construcción hecha para cruzar por encima de donde ellos estaban, o sea un puente, y el doctor Barbui emitió un sonido.. así, como entre el paladar y los labios y la lengua, un sonido imitado del canto de la nianasdádara pico de jaiva, del norte de Italia.

Bueno, la cosa es que se abrió un bloque de cemento e ingresaron. Era como la baticueva, excepto por el ancho, y tenía una sala enorme con todo tipo de instrumentos, monitores antiguos, cables gruesos, ordenadores con salvapantallas de delfines comiendo aceitunas griegas, en fin... Habían papeles en el piso. Rono levantó uno que decía: "falta un triple falta un triple". Barbui encendió muchos aparatos y unas potentes luces iluminaron a Rono, sentado en el medio de la sala...

- ¿Qué ha... ? baje la luz, baje la luuuz... -se fastidió Rono llevando el antebrazo a los ojos. Barbui rió. Las luces quedaron a medias sombras. Rono se alarmó: "quépasalaputamadre quépasa".

- Rono -habló el sereno doctor- , sabe que hoy es mi cumpleaños y poseo los derechos tutoriales legítimos sobre todas sus declaraciones públicas o privadas, asíque decidí regalarme su entrevista. Qué le parece, sí... -Barbui conectó un una cámara de video a una computadora.- . Usted solo tiene que responder. Es parte del experimento, entiende, sí.

Rono asintió, haciéndose Al Pacino, entrecerrando sus ojos y mirando al doctor, había encendido un cigarrillo, la luz en medio rostro, acariciaba en su falda una jirafa de peluche...

- Entenndo -susurró inexplicablemente- Entenndo benee io... io parlare contico... -se hacía el que hablaba en italiano ahora, pero mal pronunciado, inventado...

- Bien. Sí -se preparó por fin el doctor Barbui- Vamos a empezar... Yo tengo unas preguntas y usted las contesta, siempre, siempre Rono asegúrese de que se trata de la verdad, sí. Porque ésto, sí, esto queda para un registro de su actividad y su vida entera...

- Benee -asintió Rono.

- Deje el italiano, es ridículo...

- Ok.

- Y deme la jirafa esa, vámos, démela...

Rono entregó, triste, la jirafa de peluche al doctor. 

Ahora bien, sosteniendo una papa caliente en sus manos, Barbui empezó las preguntas:


Barbui- ¿Porqué lo están investigando los centros de inteligencia de 21 países?

Rono- Nooperolagranputaa ¿en serio? Nooaaa. No me diga queee...

B- ¿Posiblemente vaya usted a viajar?

R- ¿Adónde? ¿Adónde puta voy a ir yo, atendéme? Si cada vez me encuentro en lugares y situaciones más extrañas, por usted -Rono pasó factura-, usted que me, me... me anda llevando y... el perro éste mirá, no sé...

B- ¿Cree en Dios?

R- ¿La luna es redonda? -contestó Rono con otra pregunta haciéndose el atinado, incisivo, agudo... Barbui le recordó que no podía responder con preguntas. Rono ignoró la advertencia y siguió a lo siguiente.

B- ¿Estuvo en Malvinas?

R- Estuve, sí, durante la guerra. Estuve 15 minutos, fuimos en un helicóptero a llevar unos llaveros importados a los soldados, lo cual, no sé, parece que no les agradó mucho que digamos y nos tuvimos que rajar. Noas puteaaronnn...

B- ¿Tiene algún miedo en particular?

R- Mieedo... sí, te diría que sí, tengo miedo. Tengo miedo de que me encierren por ejemplo...

B- ¿En un hospital, un psiquiátrico?

R- No, no, en una jaula junto a un pelícano... Me aterrorizo... mirá, miráme la piel mirá... de gallina... Nooo, es que lo pienso nomás y ahhhhhyyy... -Rono se frotó los brazos con las manos.

B- ¿Le gustan Los Beatles?

R- Seee... Mick Jaaagger... me encanta, me encantan los... seee...

B- ¿Cuál es el nombre del perro que tanto lo acompaña y que parece poseer cualidades asombrosas?

R- Se llama Salídeacálareputísimamadrequeteremilparió.

B- ¿Bebe usted?

R- ¿Qué tenés? Sacálo, traé algo dále... ¿cerveza? Aunque un whisky me clavaría ahora, ya...

Barbui le aclaró que no debía beber durante la entrevista. Rono miró al techo y murmuró algo.

B- ¿Ha leído algo importante?

R- ¿Qué, qué había que leer laputamadre? ¿Había que leer algo, un coso, antes de la entrevista, algo en un archivo?... Tamádre avisen si era así, digan antes las cosas pues, manden mail o algo, no se puede...

B- ¿Le aventaja conocer todos los idiomas del mundo?

R- Qué aventaja, si jamás sé lo que sé hasta que no lo empiezo a hablar... Qué puta me aventaja a mí eso a ver...

B- ¿Sabe su documento?

R- Bueno ¿había que leer antes algo al final o no? en qué quedamos entonces... ¿un documento había que saber?

B- ¿Usted piensa que se maneja de forma correcta en su vida?

R- No sé si en subida es distinto, creo que no igual, pero no lo sabría decir exactamente porque yo no manejo, no sé andar en auto, no puedo, nooo... me cuesta salir, me cuesta sacarlo viste.

B- ¿Le ha pegado alguna vez al perro?

R- Jamás.

En eso, sonó el teléfono celular de Rono. Tenía un mensaje de texto nuevo. Lo leyó. Frunció los labios, y lo volvió a guardar en su media izquierda.



SABIDURÍA DE RONO


nunca te olvides de donde vienes, podría ser un comienzo de alzheimer


apretar un botón, no es presionar a un policía


establece bien tus principios, pero tampoco es para ordenarlos alfabéticamente


si ves un fiat uno, color blanco, con cuatro hombres adentro y estacionado frente a tu casa, esconde tus joyas


la barba no produce desconfianza, es el candado lo que hace retroceder


cuando tu intuición dicta lo contrario a tu deseo, el clima suele ponerse tenso


no pretendas levantar una semilla de sandía del suelo, pues es imposible


alégrate con tus logros... pero logra algo, un objetivo, cualquier cosa, no te pido que no sé, que vayas al espacio o algo así, pero algo, termina algo viejo...


la ensalada es lechuga, tomate y cebolla, lo demás es gilada...


si tu espíritu anda vagando por ahí, dile que aprenda un oficio al menos


no te desesperes en la mitad del camino, hazlo también al comienzo y al final inclusive


el cajero automático es mentira, hay un vago ahí dentro con la guita...


no intentes aprenderlo todo de golpe, tomáte un porrón, tranquilo, despacito las cosas llegan, llegan...


si la partida de nacimiento no dice tu nombre, es que no es la tuya...



4. LA PICADURA


Rono se encontraba cansado, agotado, descuajeringado, lobotomizado... varias cosas a la vez. Pero el perro le acercó una corona con media rodaja de limón en el pico. La bebió como una mamadera. Se enrulaba el pelo, se lo toqueteaba, sin querer en realidad...

Luego de la extraña entrevista fue aislado de la población, en las Filipinas, donde se suponía que debía dar testimonio de su excesivo uso del teléfono móvil. Andá a saber porqué puta, pero era así, pobre individuo este Rono...

Barbui planeaba algo y Rono, como de costumbre, lo desconocía, claro. Se estaba barajando la idea, junto con la ONU y la RUYTFGD, de que Rono donara sus bienes a una fundación, una organización sin fines de lucro, una organización sin fines de nada, bah... Y Rono especulaba con la dudosa maniobra de irse a las Bahamas con el perro y la negrita. El perro no quería.

- ¡Vas a ir laputamadre, vas a venir con nosotros!

- Nuo.

- Taquetereparió... ¡andá a estudiar entonces, andá!

El perro se sentó en sus patas posteriores con un manual Kapelusz y leyó la introducción del grueso libro. Lo apartó y sacó de la biblioteca el "Trópico de Cáncer" de Henry Miller.

Rono y la negrita se besaron y luego... Algo sucedió.

Una araña. Chiquita, de esas medio transparentes que uno no sabe si son jodidas o inofensivas. Rono decidió que era jodida y se escondió en la cocina, gritando: ¡matála, matá esa arañaaaporrfavorrr!

La negrita tomó el rollo de cocina y la atrapó, viva, y se la mostró a Rono.

- Cagón de mierda -le dijo.

- Andáte a la putaqueteparió -respondió Rono-. Sacála de acá.

La negrita se la mostró al perro, que la observó y movió la cola brevemente, aprobando el hecho. Luego se la manoteó y se la comió. Eructó y siguió leyendo.

Rono sostenía una escoba en una mano, en la otra un martillo, y tenía una máscara de soldar con la visera cerrada en la cabeza... además había consumido un poco de Raid, accidentalmente parece, y tosía y escupía...

Como las arañas siempre andan de a dos, la otra asomó por detrás de la máquina de hacer albóndigas. Rono insultó, trepó a la mesada, se metió en la alacena, gritaba, hablaba en idiomas extraños, estaba muy loco y muy cagado.

- Voy a hacer compras -le avisó su esposa.

- Comprá un matafuegos -pidió Rono, olvidándose de todo- Vi una llama en el calefón...

- Es el piluoto -le señaló el choco, sin levantar la vista de su lectura.

- ¿Qué piloto? ¿hay carreras?

- Idiota -murmuró el animal. La negrita salía con una bolsa. La segunda araña se metió en la habitación, Rono la vio.

- ¡Nooooooo laputamadreeeee!

- Caguón -soltó el perro. Rono le aplicó un puntapié.

Luego de 37 minutos, Rono encontró el pequeño arácnido y lo aplastó con una dentadura postiza que tenían de adorno, de muy mal gusto, y se obligó a tocarla. No pudo, no pudo.

LLamó al doctor Barbui.

- Quiero un traje, un traje de astronauta, completo, con casco y todo...

Barbui se negó y le colgó.

- Putamadre -se fastidió Rono.

Mientras tanto, la araña recobró el conocimiento, no estaba muerta del todo, y se encaminó hacia un zapato. Se metió en él. Rono nunca lo notó esto. Buscó otra cerveza. No quedaba limón. LLamó al celular de la negrita y sonó en el comedor.

- Peeeroseráposible...

El perro se fue a pegarse una ducha. Rono se recostó en el amplio sillón en posición fetal, un pulgar en la boca, y temblando como una hoja... Pronto se quedó profundamente dormido, soñando con un barman que le ofrecía bebidas y al cual le faltaban los dientes, Rono le preguntaba cosas al desdentado barman. Lo primero que le preguntó fue cómo comía.

- ¿Cómo como como? -respondía el barman.


Despertó ya de tarde, transpirando, se vistió, se puso sus zapatos y ahí, ahí sintió el pinchazo...



5. RONO TRASANDINO (I)


Rono estaba tranquilo, en paz, en armonía, en onda... y en Santiago de Chile, donde junto a cuatro de sus amigos se proponía asistir al recital de Bruce Springsteen, en un marco histórico para el pueblo chileno en especial. Y para los Carabineros, también.

Ahora bien, Rono bostezó y se estiró en la silla. Se encontraba en una especie de bar-launghe-resstto-putto, uno de esos lugares.

- Che, salgan. Salgan ya dále así nos vamos a beber antes del concierto no rompanlasbolasdále..

Aparentemente Rono hablaba solo, no había nadie sentado con él.

Se fastidió.

- ¡Negroo! -gritó, haciendo cuevita con las manos en la boca.

Un hombre, adulto, de contextura física atemorizante, se acercó a Rono. Era, por supuesto, de raza negra.

- ¿Qué has dicho? -preguntó el moreno, pero tranquilo, con buena onda como son ellos-.

Rono soltó un pequeño chorro de orín que formó una vistosa mancha en sus pantalones de bambula cuando lo vio. Era enorme:

- No no no, no..., pará, naaddaqueverr.. mi.. amigo, escribano, escribanooo.. Gantúz, le decimos negro, no es quee..

- Entonces has dicho negro...

- Bueeeno vostamb... negro, negro..., si es como, como decir, no sé, eh... aviónn...neta, avioneta. Es lo mismo...

- No es lo mismo. No me he enfadado -aclaró el africano- sólo le estoy señalando que a veces en público ciertas palabras hieren, o pueden resultar hirientes en todo caso, según las circunstancias, por supuesto, o el ámbito en que son pronunciadas así, y..

Rono se miró la muñeca...

-... los sentimientos -continuó el muy amabla y educado negro-, los sentimientos de personas que, debido a su color, o a su tono, digamos, de su piel, o su rostro... 

Rono se tapó las orejas, ya no le calentó el negro, ni el negro Gantúz, ni dónde estaban los otros dos... quería que el tipo parara de hablar pordios porque era impresionante ya...

Una mesera le hizo una seña a Rono. ël se acercó haciendo un montoncito con los dedos.

- ¿Usted venía con otros tres caballeros en un auto blanco? -le preguntó amable la chilena.

- ¿Adónde mierda están, dejenmé de romper las bolas, eh? y al perro que lo traigan a la carpa en la entrada. -contestó Rono, olvidándose ya de cualquier tipo de cortesía, educación... lamentable.

La chica observó al irritado Rono y no le dio demasiada importancia a su ofensivo comportamiento. Luego lo miró y le dijo:

- Salieron hace como una hora, ppó...



5. RONO TRASANDINO (II)


- ¡Yo-Yo Ma! 

... gritó Rono, espantando el sueño de todos los demás también. Una línea de transparente saliva le corría desde el costado de su boca hasta la pierna de su buen amigo Nanchu, quien dormía en el asiento de acompañante en el auto de su otro buen amigo, Renzi

- Qué pasaa... -preguntó ya despierto su (otro) buen amigo, el escribano Gantúz. Viajaban de vuelta por la ruta y entraron en la Aduana Internacional que divide Argentina con Chile, y Arequehuaptá con Calzados Bahamonde.

- Nada, soñé, soñé que nos detenían en la Aduana por la computadora -confesó Rono a sus amigos, revelando así su temor por ser capturado por autoridades otra vez en su vida y también que había comprado una computadora en Chile y la había escondido en el auto sin decirle nada a sus amigos. Se arrepentiría luego. Todos ellos en realidad. 

Ahora bien, al llegar a la Aduana Intercontinental, Rono comenzó a mostrar síntomas de nerviosismo. Encendió un cigarrillo. Se le apagó con el fuerte viento de la alta montaña. Se quedó sin fósforos. Le pidió a uno de los oficiales del gobierno si le podía dar fuego. El hombre observó indicó un lugar donde había un cartel. Rono asintió, canchero, entendiendo que el oficial no le podÍa dar fuego ahí, entonces se dirigió hasta el lugar, con el cigarrillo colgándole de la comisura de los labios, se hacía el Marlon Brando, entrecerraba un ojo como si esquivase el humo -el cigarrillo estaba apagado por supuesto- y cuando llegó al sitio señalado por el aduanero... no había fuego. Buscó detrás de una maceta que contenía un cactus, se pinchó la yema de tres dedos y sangraba y puteaba.

- ¿Dóndeputahayfuegoacá? tamádrreee... -se agachó para ver debajo de la maceta cuando sintió que su amigo Renzi lo llamaba, se dio la vuelta y lo saludó. Y por un breve instante, tal vez una mera alucinación menor culpa de la altura, le pareció ver a su amigo Dadivan saliendo de las oficinas de peaje junto a una mujer, y junto a la fuente de mármol que coronaba el gran monumento a la próstata de J. R. V. Roosevelt. Pero no, no podía ser. Iba con capucha además.

La cosa es que llegó el turno de revisar el vehículo de su amigo y Rono aumentó los nervios y se puso a hablar pelotudeces con cualquiera.

Vio una máquina expendedora de golosinas y le preguntó a una mujer si habían bon-o-bon.

- ¿Qué? - la mujer lo miró con cautela relojeando hacia donde se encontraba su marido, por las dudas. Rono se disculpó y se fue. Estaban revisando los bolsos. Entró en pánico.

- Calmáte, calmáte -lo tranquilizó un poco Nanchu- revisan así nomás y aparte no traemos nada, tranquilo...

- Pero...

Rono anticipó lo que sucedería a continuación y decidió actuar rápido. A los 43 minutos mas o menos resolvió lo que debía hacer.

- ¡fuegoooo! -gritó de repente, y movía los brazos, como si fuera él el que se estaba incendiando.

El escribano Gantúz lo agarró de las manos y le repitió que se tranquilizara.

- ¡No traemos nada no tremos nada! -gritaba Rono tratando de zafar de sus amigos mientras lo sostenían.

- Quédese tranquilo, es así, es un amigo y a veces sufre de pánicos y cosas así -le comentó Renzi al oficial que les revisaba las cosas, quitándole importancia al asunto. Sin mucho éxito porque a esa altura ya toda la Aduana estaba al tanto del chiflado que hacía tanto escándalo. Amenazaron a Rono con llevarlo a las autoridades si no recobraba la compostura. Rono accedió. Sonó un celular.

- No es mío no es mío -aclaró rápido Rono mostrando las palmas de las manos.

- Es el mío -le dijo Nanchu mirándolo fijo- calláte por favor.

De repente, sin ninguna razón en particular, Rono caminó hasta el puesto de vigilancia interna, entró y salió con algo en la mano, como una corneta o algo. Se lo llevó a los labios y comenzó a hablar , primero se escuchó una baja puteada...

- Uno, dosss, uno, dosss, tresss, probando -aplicó un sordo golpe al artefacto como para comprobar que estaba encendido. Era un altavoz común y corriente. 

Y se sintió por fin la voz amplificada de Rono en todo el edificio.

- Quiero decirles, quiero decirles... a todos...

Un pequeño acople se infiltró y se desvaneció

- ...quiero decir que...

Sus amigos se agarraban el rostro con las dos manos. Gantúz ya se encontraba dándole explicaciones a un gendarme que quería detener a Rono. La cosa se puso algo seria.

- ... quiero expresarme, mis sentimientos, que nos tienen acá comooo... como... ovejas, sí ¡como vacas y ovejas! o las dos cosas, y no puede... no puede ser, no, yo he venido con amigos y nos quieren revisar todo, y yo les pregunto, yo me pregunto y te pregunto, ¿es justo? ¿eh? ¿es legal? ¿está contemplado por el Papa o la... UNICEF acaso?

Una mujer oficial de aduana persuadió a Rono de que bajara del techo de una camioneta en donde se encontraba hablándole a las masas, cual predicador.


Finalmente les hicieron firmar varios papeles y estaban por cerrar el baúl del vehículo cuando un haz de luz de la linterna del que revisaba se posó en una bolsa de arpillera con una nota escrita con lápiz labial que decía "Nada. No hay nada" El hombre recorrió la mirada de verdadera sorpresa que tenían todos, menos Rono. Rono se hacía el que arreglaba algo del retrovisor del auto, que no estaba roto en absoluto. También silbaba, tosía y hacía gárgaras...

- ¿Qué es eso, qué traen ahí? preguntó el oficial

- Nada, no lo sé... -contestó calmado y seguro de sí mismo Renzi.

- No sé -dijo Nanchu.

El escribano Gantúz movió un bolso y sacó la bolsa de arpillera. Rono transpiraba, empapado como si recién saliera del agua.

Abrieron la bolsa y asomó un artículo plano y rectangular. Una Laptop sin dudas. Todos miraron a Rono de muy mal humor. El hombre la mostró en alto, mirando también a Rono.

-¿Y esta computadora?

Rono, fingiendo asombro fijó la mirada el aparato y respondió inmediatamente.

- ¿Y esa computadooraaaa...?



6. RONO METE CUERNO Y ES UN IDIOTA


A su regreso, Rono apreciaba las cosas con otra magnitud, con otra perspectiva, con otra mirada... y con otra mujer. A pesar de seguir casado con la negrita, Rono siempre necesitaba otros cuerpos, una aventura, un yogurt con cereales...

Asíque conoció una chica de la cual se enamoró y llevaba un romance secreto con ella. Martaza era su secretaria -aunque aún no se sabe con certeza el trabajo al que habían asignado al pobre infeliz-, y como su secretaria era bonita. Poseía ojos... a... ambos lados, orejas, nariz, boca, todo. Y a Rono le encantaba pero se sentía mal por serle infiel a la negrita, su esposa ex-muda.

El perro entró por la ventana y encendió el televisor y puso el programa de chimentos de Jorge Real.

Rono desenchufó la tostadora, convencido de que era el televisor. Después desenchufó el microhondas, la heladera y un secador de pelo.

Frunció el ceño, disgustado.

De pronto el perro fue y meó en la cartera de martaza, lo que enfureció más a Rono.

- ¡Laputaqueteparióandáteafuera!

- Vivimos en un séptimo piso! -replicó el perro.


Martaza era atractiva, linda de rostro y cuerpo. Le faltaba el dedo meñique de su mano izquierda. Una cuestión de negocios solía decir cuando alguien notaba que le faltaba un dedo y le preguntaba qué mierda le había pasado.

Es más, una vez, en la cola de un supermercado una señora se le puso tan densa con el tema que Martaza le terminó diciendo que lo había donado a un animal de granja.

Era una mina inteligente y despierta. Su libro favorito era uno de Borges que ahora justamente no me acuerdo cómo carajo se llama. Bebía sus tragos de la bombilla mientras Rono masticaba los hielos de los suyos.

Peligro -pensó Rono-y si me enamora y me corta el pelo y me hago más débil y toda esa historia... no. Mejor le digo que me voy a San Diego, California, donde vive mi primo Yeyo.



7. RONO Y SU PRIMO HERMANO 


Rono se encontraba sentado en la parada de colectivos esperando a su primo hermano Marchello. Llevaba una botella de coca cola vacía, retornable, ya que su primo le había avisado que iba con dos lomitos para cenar. Eran las 22:39 de un martes nada lluvioso.

Finalmente llegó el colectivo que traía a su primo y éste descendió de él alegre y despreocupado como siempre. Rono amaba mucho a su hermano -no le gustaba llamarle primo-y se alegró inmediátamente de verlo. Fueron caminando hasta la plaza para tener una cena al aire libre y no estar encerrados en el departamento tanto. Pero primero fueron a comprar la gaseosa. Entraron en el kiosco frente a la plaza. Rono cargaba el envase. Su primo hermano le preguntó al que los atendía cuánto salía la coca cola retornable. Rono alargó el envase al mostrador.

- No tengo. -dijo el muchacho- Tengo las no retornables...

- Tamádre... -musitó Rono.

- Bueno dáme una de litro -pidió Marchello.

El tipo les indicó que la sacaran de la heladera, pagaron y salieron hacia la plaza nuevamente para sentarse y comer tranquilos.


Pasaron unos 14 minutos cuando vieron que dos perros se les acercaban con la cabeza al acecho y mirada turbulenta.


- ¡Uy no laputamadre nos van a atacar estos perros! -se alarmó Rono.

- Tranquilo -le dijo Marchello.- No nos van a hacer nada...


En ése momento uno de los animales saltó y apolló sus patas delanteras en la espalda de Rono, que estaba sentado en un banco de la plaza.

- ¡Aylapuuuta sacameló sacameló! - gritaba Rono.

El can, rápido como una cobra le arrebató el lomo que estaba en el regazo de Rono y lo devoró en 12 segundos. El otro observaba el lomo de su primo.

- Mirá -dijo tranquilamente Marchello- agarrá la coca y salgamos caminando despacio. No nos van a seguir. Demos una vuelta a la manzana y volvemos...

- Ok -aceptó Rono aún poco convencido.


Salieron caminando. Anduvieron varias cuadras. Caminaron como 20 minutos y los perros seguían atrás.

Rono divisó una luz azul que titilaba a media cuadra de distancia.

- ¡La cana! ¡Digamoslé a los canas que se los lleven laputaqulosparió!

- No seas tan salame -reprobó Marchello- ¿Cómo le vamos a pedir a la policía que nos saque un par de perros de encima, boludo?

Rono asintió. Iban caminando por la avenida 9 de julio.

- ¡Es que ya estamos llegando a la calle 8 de julio y medio! - exclamó Rono sin ninguna razón aparente.

Marchello sonrió.


Finalmente dieron un giro y se escondieron detrás de un escaparate. Así, no sabían bien cómo, habían logrado distraer a los perros y pudieron volver.


Cuando llegaron al edificio Rono se dio cuenta de una gravísima cosa:

- No tengo las llaves.

Su primo se tomaba la cabeza con ambas manos y lo puteaba. Rono puteaba a los perros, los lomos, la coca, la policía, la calle, las llaves...

- ¿Qué hacemos, cómo entramos ahora? -preguntó Marchello.

Rono penso un breve instante.

A los 35 minutos se le ocurrió una solución: tocar el portero del encargado del edificio y pedirle que les abriera. Lo hicieron. El encargado les atendió de humor un poco... bueno, digamos que sombrío e irritado a la vez. Rono estaba seguro de que había dejado sin cerrar la puerta al departamento, pero debían ingresar al edificio.

El encargado bajó y pudieron entrar y subir. Rono tiritaba de angustia y miedo. Marchello lucía tranquilo, pero enfadado con Rono.


Ya dentro del departamento, se sentaron en la mesa. Luego Rono se paró y caminó hasta la puerta y ahí las vio.


Las llaves estaban puestas del lado de adentro.



8. RONO WASAP


Rono se encuentra con el escribano Gantz en la calle y le cuenta que estubo mucho tiempo enfermo, que no tenía dónde ir, que no tenía dónde quedarse, que no tenía dónde estar, que no tenía ni idea de lo que estaba hablando...

El escribano lo escuchó pacientemente, y luego se alejó, apurado.

- Nos vemos -se despidió Gantz- mandáme un wasap.

- ¿Cómo? -gritó Rono- ¿Un qué?

- Bajate la app en tu celular -terminó el escribano desde ya varios metros de distancia de Rono.


Ahora, Rono se quedó un instante parado mirando... un gorrión que picoteaba el asfalto. No le dio importancia. Pensó rápido...

A los 24 minutos dejó el pensamiento y metió su mano en el bolsillo. Sacó un billete de 100 pesos, otro de 4, uruguayo, una moneda canadiense, un boleto capicúa de 1981, línea 2, Centro-Rodeo de la Cruz, alimento para pájaros... ¡ahí recordó el gorrión!, fue a ver si estaba todavía. Estaba. Le arrojó un poco de alimento. El gorrión observó a Rono ladeando la cabeza nerviosamente a lo pájaro.

- Wasap -pió el ave.

Rono quedó de una pieza.

- Wasap -repitió Rono.

- Pí. Choto. Pí -dijo el gorrón y se alejó ffrrrrrrrrrr...


Rono quedó con lo del wasap, ¿qué mierda es eso laputamadrechenosénadahoy?

Volvió a su casa. No la encontró. Volvió de nuevo. Ni rastro. Se alejó caminando por la vereda en la tarde anaranjada de un lunes en el centro.

Una señora le pidió el asiento.

- ¿Qué asiento? ¡voy por la calle!

- Disculpe -dijo la señora.

- No importa. Wasap -respondió Rono comprensivo.


Su celular emitió un sonido acuático. Rono pensó que estaba transpirando el aparato. Lo observó y vio... 6.861 mensajes de un ícono que parecía ser un redondel con un tubo de teléfono dentro...

Colapsó. Apagó el celular y continuó buscando aves para alimentar hasta que alguien le recordara dónde puta vivía.



9. RONO EN MADRID



Rono se encontraba mirándose a sí mismo en un pequeño espejo en un pequeño baño en un inmenso avión. Se miraba y se tocaba la cara, pasaba los dedos por su larga barba y por su largo y lacio pelo negro aceite de motor. Pero dónde iba Rono en un avión. Hacia dónde se dirigía es un misterio.


No, mentira. Rono -junto al doctor Barbui y un colaborador muy excéntrico llamado Finstendensen- se dirigía vía aérea hacia Madrid, España.


Raro pero cierto.



- ¿Porqué vamos a España doctor. Yo nunca estuve ahí? -preguntó inofensivo Rono.


Barbui lo miró un momento y luego dijo:


- ¿Se ha puesto una peluca y una falsa barba. Sí. Porqué ha hecho eso. Sí...? -interrogó Barbui.


- Bueno... -comenzó Rono a poner los ojos en blanco- Si a uno no le dejan elegir su propio look, viste, no sé... andátealaputaqueteparió.


- No insulte, por favor. Trate de comportarse. Vamos a ver a una persona importante que lo quiere conocer porque ha ganado un premio -explicó el doctor, frotándose las sienes.


- ¿He ganado un premio? No me jodas ¡No te lo puedo creer! -se emocionó Rono llevándose la mano izquierda al corazón y poniendo cara de conejo herido- ¡he ganado un premio! ¡Al fin, tanto sacrificio y dolor!


- Cállese. Usted no ha ganado nada. Es la persona que vamos a ver. Se trata de un gran creativo y publicista argentino, de Mendoza, que desde hace años vive en Europa y ya ha sido premiado varias veces por sus trabajos. Además – continuó Barbui- es un tipo estupendo. Sí...


Rono quedó un tanto desalentado, pero a la vez aliviado. No hubiese sabido jamás qué hacer si recibía un premio por algo de lo que no tenía la mejor idea que hubiese ocurrido gracias a él.


- ¿Y quién es éste gran creativista, eh? ¿Quién es...? ¿Quién es éste gran... grande... creativador que ha ganado premios...? Eh? -preguntó Rono fingiendo interés pero no pudiendo ocultar del todo sus celos de que hubiera alguien más interesante que él mismo... y que encima de todo lo quería conocer.


- ¿Y porqué me quiere conocer, a ver? ¿Porqué me tengo que dejar premiar por un desconocido? ¿qué, ha creado una publicidad sobre mí acaso? -pensó desviando la mirada- Porque eso estaría bueno le digo... -fantaseó Rono ya, de tanto estar a mucha altura y de tanto aluminio que había ingerido con té de piedra de manzana.


Barbui desabrochó su cinturón de seguridad.


- Haga lo mismo. Hemos llegado.


- Que haga lo mismo. Mire, yo no sé nada de publicismo ni de creatitud, pero...


- Desabróchese el cinturón ¡Vamos! -se exasperó Barbui.



Bajaron del avión y notaron que la prensa estaba esperando a Rono en el aeropuerto. Rono se puso nervioso, no sabría qué decir, qué explicar, su estadía en Madrid, su casamiento fracasado, la localidad donde estaba su perro, porqué le faltaba un canino, en fin... se atemorizó de enfrentar a los periodistas.


La prensa ignoró a Rono, y esperaron que bajara del avión el cantante de Funkkilottagonna, la banda del momento en Madrid.


Rono frunció el ceño y siguió a Barbui y Finstendensen, que había dormido todo el viaje, murmurando cosas extrañas, hacia un coche color corona de pato, como se dice en España, en el cual se encontraba el asistente personal del publicista famoso.


- Doctor Barbui.-saludó Daniel


- Daniel, cómo estás -devolvió el saludo Barbui-. Bueno, éste es Finstendensen, mi colaborador galés, y éste es... bueno, querido Daniel, éste es Rono.


Daniel observó a Rono como un abuelo observa su nieto cuando empieza a caminar. Rono se puso algo tenso.


- ¿Daniel cuánto sos vos?


- ¿Perdón?


- ¿Vos sos el publicano? ¿Eh? ¿Porqué me querés conocer, eh, porque te dieron la medalla?


- El premio -interrumpió Barbui en un gesto de disculpa a favor de Rono.


- No. no. Ja ja ja -rió despreocupadamente Daniel- Yo soy el asistente persona del señor Chacho Pueb. Él es quien lo quiere conocer. Es para hacerle una entrevista personal porque le ha inspirado usted una gran idea al señor Pueb. Y no sabe lo meticuloso que se pone cuando esto pasa. Supo de usted por lo de Vietnam.


- ¿Vietnam? -se sorprendió Rono- Yo nunca estuve en Vietnam...


- Por eso -asintió Daniel-.Suban al coche por favor. Los llevaré a la agencia Del señor Chacho y luego iremos a almorzar a Londres.


- Ah, Londres -suspiró Rono.


- Métase en el auto por favor, sí, metalé -apuró Barbui.



El viaje hacia la agencia fue de unos quince minutos. Rono, Barbui y Finstendensen alucinaron con la ciudad. Sobre todo la parte más antigua. La arquitectura y los espacios.


- ¡Mire eso! -exclamó Rono de repente- ¡Un toro! Debe haber una corrida o algo...


Daniel rió. Barbui ignoró el comentario y Finstendensen peleaba con una mosca que se había metido al coche.


- No hay corridas de toros ahora acá -explicó Daniel, divertido- Y eso que usted vio era un caballo.


- Bueeeeno -se fastidió Rono- un cabaaaallo...


Finstendensen dijo de repente:


- ¡Ahí es!


- Exactamente -asintió Daniel- Ahí es la agencia del señor Pueb. Estacionaré y los llevaré al piso donde los esperan.


- Vale, tío -trató Rono de emular el acento español- Que nos tenemos que ir donde nos esperan, vale... ese hijoputa nos quiere entrevistar, tío, vale...


- Cállese -le pidio, serio ya, Barbui.



Entraron en un edificio remodelado y moderno. Subieron al ascensor y se detuvieron en el décimo cuarto piso. Bajaron y entraron a un pequeño salón de espera donde habían cómodos sillones y varias personas trabajando. Algunas sentadas frente a ordenadores de avanzada, otras simplemente en un escritorio con un teléfono celular en sus manos. Rono se desplomó en el primer sillón que vio.


- Ya vuelvo -dijo Daniel, y desapareció por una puerta de vidrio atomizado.



En eso entró un hombre joven, de aspecto normal, vestido informal y con una cuidada barba de tres o cuatro días. Se acercó a la máquina de café.


- Mirá este gil -comentó Rono- No sabe cómo sacar un café de la máquina.


El hombre aún miraba la máquina y toqueteaba botones, como si fuese la primera vez que se encontraba con una.


Rono habló fuerte, inclinando la cabeza hacia atrás y mirando el techo en un gesto deliberadamente sobrador.


- Tenés que meter una monedaaa, papá... -dijo Rono.


- Una ficha -corrigió Finstendensen- Hay que meter una ficha por la ranura.


- ¿Ah sí? ¿Qué te creés que es, una tragamonedas, que ésto es un casino encubierto para limpiar plata?


- Tragaperras -dijo Finstendensen.


- “Tragaperras” -le hizo burla Rono.


En ese momento una chica de no más de veinte años, muy atractiva y seductora, se acercó a la máquina. Apretó cierto botón y puso un vaso debajo del surtidor de café. El vaso comenzó lentamente a llenarse. El hombre agradeció a la chica y le preguntó su nombre.


- Julieta, señor.


- Ok, gracias Julieta.


Rono miraba a Julieta y le tiritaba el párpado izquierdo sin poder evitarlo.


El hombre se acercó a ellos y saludó.


- Buen día.


- Buen día, señor -respondieron al unísono Barbui y Finstendensen.


- Blueblíaaa -dijo Rono inexplicablemente.


El hombre les sonrió.


- Mi nombre es Horacio Pueb. Chacho me dicen, jeje.


Rono se quedó de una pieza.


- ¿Usted es Chacho? -preguntó Rono emocionado y levantándose del sillón extendiéndole la mano- ¿Chacho Pueb, que me quiere conocer porque gané un premio? y... mire, señor Pueb... yooo... yo amo, yo amo lo publicado. Y los que publican, uh, ni le cuento... todo eso de la... creativisión y esas cosas... big fan, big big fan... -balbuceó Rono, poniéndose a sí mismo en ridículo como de costumbre.


- Ja ja ja -rió Pueb- sabía que usted sería como lo imaginaba, Rono. Por favor -dijo a continuación-, doctor, todos, vengan a mi oficina. Tengo algo que mostrarles ante todo. Síganme, es por ahí.



Pueb se adelantó y saludó a cada uno de los empleados que vio con firme gesto, pero alentador ánimo.


Llegaron a una puerta.


- Pasen -dijo-.


Y pasaron.



La oficina del publicista era bastante amplia. A Chacho Pueb le gustaban los espacios, y tenía uno para cada cosa. Sillones colocados de tal manera que resultaban cómodos y relajantes en las reuniones de tormenta de ideas que realizaba a menudo con sus colaboradores más inventivos y abiertos a las múltiples posibilidades que existen para generar algo nuevo, fresco. Más a la izquierda habían plantas y una biblioteca. Una pantalla en barras color adornaba la atmósfera. Rono fingió ser creativo y espontáneo.



- Sabés quéeechachoo... -se inclinó sobre el curvado escritorio de Pueb-, sabés qué, yo le daría un toque máss... no sé, cómo explicarme...más, hum...artónica entendés...



- No -contestó Horacio mirando a Rono tratando de saber si lo estaba jodiendo o no.



- Bueno, por lo menos sacaría aquél cuadro.



- Eso es una ventana.



- Ah. Ok.



- Rono vamos al grano de porqué estás acá -Chacho le alcanzó un libro y Rono lo agarró al revés.- Quiero que firmemos un contrato. Derechos de autor y publicación entre vos y yo ¿Te puedo tutear?



- ¿Porqué me queres putear? ¿quémierdahiceahora, ah? -se atajó Rono.



El creativo soltó una carcajada.



- No, Rono, tranquilo. Tutear. Que nos tratemos de vos y no de usted.



- Después de usted -le dijo Rono.





Ahora bien, mientras Horacio Pueb y Rono se ponían de acuerdo, Barbui tomó el libro y leyó en la portada de color azul con letras blancas: “Las Aventuras de Rino”. Le gustó el título y le gustó el ligero cambio de nombre. Rino -pensó Barbui- sonaba mejor que Rono. Sonaba más como un sobrenombre. Como "Ringo".





El libro era una idea que se le había ocurrido un día a Chacho Pueb mientras leía en el diario que Rono, un habitante de Mendoza, Argentina, le decía a todo el mundo que había viajado en el tiempo entre otras cosas extrañas. Horacio contactó a Barbui y le propuso la idea de publicar un libro basado en esas cosas, que le habían estado ocurriendo a Rono a lo largo de su vida. Suponía no solo que tendría éxito, sino que tendría éxito solo en Italia, donde se encontraba la marca que financiaba el proyecto, y por lo cual la agencia, a traves de la publicidad, atraía como cliente.

No entendimos mucho esta parte pero... continuemos.





- Vamos a ir fifty-fifty -le explicó Pueb a Rono con la mayor naturalidad y empatía del mundo.



- ¿Porqué? -se calentó Rono- ¿Porqué tengo que aceptar menos de la mitad, ah?



Horacio sonrió.



- No, Rono, vos y yo vamos iguales ¿entendes? El libro está en italiano y ahí vamos a meter la marca como nuestro cliente.



- Eee... perquée...-dijo Rono, sin poder evitar que las palabras salieran de su boca antes de saber qué decía.



- Vamos, Rono. Animáte. Eso sí, vas a tener que ir a las ferias del libro y otros lugares para su presentación y hacer entrevistas y a firmar -le advirtió Pueb A Rono.



- ¿Qué firmar? No no no. Yo no firmo nada. No no no. Ya me engancharon una vez. Presté la firma, nunca me la devolvieron, me tuve que inventar otra...



10. RONO EN LA CLINICA I


Rono despertó de un profundo sueño. Sus párpados se abrían, pero los sentía demasiado pesados como si fueran caracoles. Rono intentó pestañear pero sus párpados seguían como pegados. Esto ya lo asustó, desde luego. Pero cuando finalmente pudo abrir sus ojos su miedo fue mayor. Primero, no sabía donde se encontraba, segundo, notó que estaba en una cama flotante de hilos de bambú. Y tercero, habían alrededor de media docena de personas vestidas con guardapolvos observándolo.

- ¿Quéputapasacá? -preguntó Rono incorporándose en la cama- ¿Y quiénes son ustedes? ¿Dóndemierdastoy?

Las personas en la habitación murmuraron algo entre ellas. Algo que Rono no pudo identificar. Tampoco pudo identificar si era de noche o de día. O qué significaba la palabra “únfusis”, la cual se le cruzó por la cabeza. En fin, y como de costumbre, Rono comenzó a sufrir pánico. Su sistema nervioso se encrispó como el lomo de la marmota húngara cuando presiente algún peligro en las selvas del Nafestá, Uruguay...

- Señor Rono -habló un hombre de los que estaban ahí-, soy el Licenciado Musseta, soy el dueño de ésta clínica y éstos son mis colaboradores: el Dr. Tolleto, médico psiquiatra. La licenciada Pauletti, psicóloga. El Dr. Mar...

- Pará pará pará un poco -interrumpió Rono- Pará un poco, viejo, ¿qué clínica...? No me digas que estoy en una clínica... ¿de qué es la clínica quiero saber eh? ¿qué me pasó qué me pasó...?

Musseta torció la boca en una mueca de impaciencia.

- Mire, está usted internado en una clínica psiquiátrica, Rono. Lo han traído porque sufrió un colapso nervioso.

- ¿En seriooo? Aylaputa, no, porqué, un colapso nervioso... Eso es... Es por haber estado comiendo demasiado picante, ya sabía yo...

- Tranquilícese. Acá nos vamos a ocupar muy bien de usted. Solo tendrá que quedarse un tiempo para que podamos evaluar se recuperación. Va a tener que tomar medicamentos.

- ¿Es un tumor? ¿Cáncer? ¿Géminis? ¿Es Lupus? ¡Es un tumor! -exclamó Rono exageradamente- ¡Yo sabía yo sabía! ¿Un colapso? ¿Qué mierda es eso? Me voy a morir, nocierto... ¿Dónde está Barbui? Quisiera hablar con él primero antes que na...

- El Dr. Barbui fue quien lo trajo, Rono -dijo la licenciada- Y lamento que lo hayamos tenido que sedar un poco pero... fue porque creíamos que podía ser peligroso... Nosotros...

- ¡Peligroso yo!

- Sí. Mire. Estuvo toda la conversación de ingreso jugando con un cubo mágico. Luego dijo varios insultos, y después arrojó el cubo por la ventana y rompió el faro delantero izquierdo de un auto estacionado. Luego pidió una botella de Jack Daniel's...

- Y hielo -recordó Rono.

- Bueno, acá no se puede beber alcohol ni nada, asíque vámos, levántese que ya es hora de tomar la mediatarde -dijo una de las enfermeras poniéndose rápidamente en movimiento. Rono la fulminó con la mirada... y luego se acordó y dijo algo:

- Osea queee... -pasó la vista por sus interlocutores- estoy en un loquero, a ver si lo entiendo bien... ¿Y todo porque tiré un cubo mágico? Fascinante...

- Comprendemos que fue debido a la frustración -aclaró Musseta- Y esto es una institución mental, no un loquero.

- ¡Qué frustración laputaquetereparió, si le faltaba un cubito de los verdes al cubo mágico de mierda ese! ¿qué querían que hiciera, eh?


Ahora bien, Rono tomaba la mediatarde en un gran salón comedor y miraba a su alrededor. Habían unas 15 personas por ahí. Rono se fastidió. “Me han internado en una clínica psiquiátrica por una equivocación. Lagranmilputa”, pensaba Rono.

En eso, se le acercó un hombre, ya mayor de edad, fumando cinco cigarrillos a la vez. Rono lo observó y luego bebió un largo sorbo de café descafeinado haciéndose el distraido.

- No se puede fumar acá -dijo el hombre.

Rono contempló un rato el interior de su taza de café. El hombre se alejó. Rono sintió una punzada de algo. Luego se levantó de la silla y se dirigió a la enfermería.


- Quiero hacer una llamada -pidió a una de las enfermeras.

- No se puede.

- ¿Porqué?

- Porque no. No insista.

- Quiero insistir...

- No se puede.

- ¿Y qué hago entonces dígame?

- No lo sé. Vaya al patio y vea donde está el grupo. Vaya, únase con el grupo...

- ¿Qué grupo? ¿Hay un grupo? ¿Van a tocar acá, en la clínica? ¿Quiénes son, qué grupo es? ¿Es de rock? No me diga que son los Rolling Stones...

- Ridículo -dijo la enfermera y siguió con lo suyo.

- Gordademierda -musitó Rono. Y se fue afuera.


Pero no eran ni los Rolling Stones ni ningún otro un grupo de música al que se refería la enfermera, sino más bien el grupo de gente que estaba internada en la clínica, los pacientes, los que formaban un grupo, cada uno con sus padecimientos. Rono se acercó a una mesa donde varios compartían mate. Se presentó amigable y despreocupado. Lo recibieron con saludos... y con pedidos. Inmediatamente le preguntaron si no tenía yerba, azúcar, cigarrillos, fuego, pulseras de lana, collares de caracoles, alcauciles y un termo con agua caliente... Rono contempló los rostros de aquellas personas, pudo casi visualizar sus problemas, problemas psiquiátricos, pudo sacar una copia mental de aquellos individuos y entenderlos, sintió mucha compasión, mucha emoción, mucha empatía, cariño... y sintió también como un pájaro carpintero le picoteaba los tobillos sin parar.

- ¡Aylaputamadre!

Los demás observaban. También en eso, una paloma del tamaño de un gato pequeño se les acercó, picoteando alimento inexistente en el suelo. Uno de los internos, Paolo, padecía una grave fobia a las aves silvestres, por lo que se levantó de la silla y comenzó a perseguir a la paloma moviendo los brazos y haciendo extraños ruidos.

- ¡Dejá de asustar pájaros, Raúl! -le gritó Gina, otra paciente de la clínica, que estaba por abuso del jabón en polvo. Simplemente nunca era suficiente para ella cuando lavaba la ropa. Y por eso utilizaba mucho jabón en polvo... En fin, Gina salió corriendo detrás del fóbico Paolo.

- ¡Raúl! -gritó nuevamente.

- Se llama Paolo -la corrigió Javier.

- Bueno, como se llame, que deje de asustar pájaros. Está todo el tiempo asustando pájaros. No hacen daño. Me tiene cansada, mirá...

De pronto, mientras se sacudía reiteradas veces la pierna para alejar al pájaro carpintero que insistía en picotearlo, Rono gritó:

- ¡Raúl Paolo, dejá de asustar la paloma pelotuda esa y vení a gritarle a éste hijodeputa que tengo en el pie porfavooor! Los pájaros que no te hacen nada... ya lo creo -se quejaba Rono.

Para nada sorprendidos ni inquietos, los demás tomaban mate.

- ¿A quién le toca? - preguntó Rono.

- A Florencia -dijo Florencia- Jijiji...

Paolo regresó y pidió un cigarrillo.

- Hay uno que tiene cinco... encendidos... se me acercó recién, pedíle a él -comentó Rono de paso mientras le pasaban un mate. Todo volvió a la normalidad por ese momento.

"Asíque si les decís algo... se comportan", pensó Rono.


- Ta frio, ta frío... -dijo.



Pasaron unos días, todos convivían en cierta armonía. Se habían creado uniones entre algunos. Otros preferían andar solos. La clínica no era un mal lugar para descansar después de un supuesto colapso nervioso, pensaba Rono. También se acordó del cubo mágico. La ira lo invadió, pero se contuvo. La frustración lo atacó, pero la ignoró... la vejiga se le aflojó, y se meó encima. Putamadre. Pero lo cierto es que estaba ya acostumbrándose a todo aquello. Había hablado con Barbui y estaba más tranquilo. Lo había visitado su amigo personal Chonle Rábbita, a quien conocía desde que eran bebés. Todo parecía estar bien y dentro de los indefinidos límites de la normalidad.


Hasta lo de la foto.


Sí. Lo de la foto marcó un antes y un después. Todos se vieron involuntariamente afectados por lo que pasó el día que tomaban una foto del grupo de pacientes frente a la gran chimenea que estaba en el centro del salón comedor.

Las enfermeras se peinaban, las mujeres se arreglaban... Todos saldrían en la foto, asíque los agruparon frente a la gran hoguera. Una hoguera de esas antiguas que contenía grandes y gruesos leños encendidos para apalear el duro frío de ese invierno.

Ahora bien. Hay que decir, hay que decir que Rono fue un protagonista inocente. Nunca tuvo la intención de hacer nada malo, pero, bueno... es Rono.


El fotógrafo se encontraba preparándose para tomar la foto y la caldera emitía mucho calor. Les pidió a todos que se ubicaran según su tamaño para que saliera todo el grupo mejor en la fotografía. Esa foto después sería colgada en la pared noroeste de la sala, donde se encontraban muchas otras de otros grupos. Había una en la que aparecía un caballo junto a los pacientes. Era una de esas viejas imágenes color magenta. Era una antiquísima casa estilo Farástula, de finales del siglo XVIII. Por eso las chimeneas eran de esas que poseen una especie de parrilla curvada hacia arriba para contener los leños, que eran traídos a mano desde la lejana Austria.

Ahora bien, Rono no lograba hacer pie. Él quería aparecer detrás de todos, pero su altura no le daba. Así como los habían ubicado, Rono tenía que ir en la fila del medio. Pero no quería estar al lado de Wendy, la anciana norteamericana que fastidiaba a todo el mundo con la única palabra en español que conocía: pizarrón. Asíque se le ocurrió una idea. Se pararía en la punta de la parrilla para sobresalir por sobre las cabezas que lo tapaban, y así salir bien en la foto. Y lo hizo.


Lo que sucedió a continuación fue una tragedia involuntaria con suerte.


Rono primero apoyó un pie en el canto de la parrilla para ver si no se quemaba mucho con los encendidos leños. Luego subió el otro pie y quedó parado sobre ella. La parrilla hizo palanca y se curvó, abalanzándose hacia afuera de la chimenea desparramando los grandes leños en llamas por el salón. Los que posaban no tenían la menor idea de lo que estaba sucediendo detrás de ellos y pronto comenzaron a toser y correr por todos lados para escapar del espeso humo blanco y gris, provocando una estampida psiquiátrica. No estaría de más decir que fue una locura todo en aquel momento.

Rono entró en pánico inmediatamente, y antes de que se dispersara el humo y la confusión, corrió hasta la cocina y simuló no estar enterado de nada. Estaba sentado en una silla con un vaso de agua caliente en sus manos.

Y cuando ya todos parecían saber lo que había ocurrido, Rono salió de la cocina fingiendo asombro y preocupación.

- ¿Pero quéputapasa eh? -dijo haciéndose el disimulado y el pelotudo.



10. RONO EN LA CLINICA II



A Rono ya le empezaba a hacer efecto la medicación. Tomaba determinados medicamentos durante el día, le daban priorato de tefulmina, resina de ocre, surumina 24 miligramos, ateína, jarabe de guante... y menta cristal. Todas estas drogas eran para tratar de corregir el comportamiento errático de Rono. Pero tenían efectos secundarios que a él le pegaban siempre mal. Andaba por ahí imitando animales, cantaba en idiomas extranjeros, se le secaba la boca, tartamudeaba... En fin, parecía un hombre fuera de sus cabales, un idiota, un demente de a ratos por así decirlo. Pero como no era el único víctima de las pastillas en la clínica, se consolaba pensando que todo aquello iba a acabar cuando terminara su tratamiento. Un joven paciente neocelandés estaba aprendiendo a caminar por las paredes, para sorpresa de muchos, y una mujer que tenía ya cuatro hijos estaba desarrollando una inexplicable habilidad para concebir mediante palabra.





Así es que una tarde, mientras entonaba el himno de Alemania en portugués, notó un tumulto en el patio interno. Un interno había intentado escaparse trepando el viejo y grueso y alto portón, pero lo habían descubierto a tiempo las enfermeras de turno. Lo convencieron de que bajara del portón y viniera a tomar la leche, vamos que se enfría, dele, apúrese, baje ya de ahí... Rono quedó de una pieza ante el hecho. Los demás pacientes aplaudían y zapateaban...



Lo cierto es que la perspectiva de que alguien pudiese burlar la escasa seguridad que había en la clínica y lograr salir... eso estaría bueno, pensaba Rono.





Y ahí, ahí en ese momento decidió comenzar su plan para escaparse él mismo.





Lo primero que hizo fue tratar de conseguir algo para cavar un túnel desde su habitación hasta el gran portón de salida. Y ahí trepar como lo había hecho aquel interno.





Consiguió una herramienta al menos: un tenedor de plástico descartable. Pensó rápidamente cómo utilizarlo para empezar su túnel hasta el portón. A los 3 días se convenció de que era imposible. Tal vez un martillo neumático y una pala. Pero no, no, haría mucho ruido eso. Una cuchara, ahí está, una cuchara, como en las películas de los que se escapaban de cárceles. Sí, eso es. Consiguió una con el pretexto de que quería hacerles a los demás un truco mental y doblarla, pero al rato la estaba ocupando para comerse un flan... Su plan se desvanecía día a día cuando finalmente dio con la idea exacta. Le pediría al hombre que caminaba por las paredes que lo llevase hasta el techo, ahí abrir un agujero, trepar por él y luego saltar... hasta su habitación para cavar el túnel.




- ¡No laputamadre, lo del túnel no! -se enojó Rono consigo mismo.




Decidió esperar hasta el día domingo, en la hora de las visitas cuando todo el mundo estaba distraído, él se escabulliría hasta la enfermería, se pondría un guardapolvo, unos lentes falsos, dientes de drácula, y saldría al patio como si nada. Ya una vez en el patio con su disfraz vería cómo hacer para cavar el túnel debajo del portón...




- ¡Perolaputaquemeparió! ¡Ningún túnel, ningún túnel! -se fastidió.



Al poco rato de comenzado el horario de las visitas en el día domingo, Rono se puso en marcha para ejecutar su plan.



Una telaraña que había en el marco de la puerta de la enfermería anuló todas sus chances. Rono no les temía a las arañas. Eran las telas que éstas tejían tan ingeniosamente las que lo paralizaban por completo.



Buscó alguna otra forma de ingresar. Se tiró al piso cuerpo a tierra y empezó a deslizarse usando los codos hacia la entrada.



Un bicho bolita le hizo abandonar casi todas sus esperanzas.



- ¿Qué es lo que pretende hacer? -lo descubrió una enfermera- ¿adónde cree que va usted, mmm?


- Nada -dijo Rono- se me cayó un lente de contacto.



RONO LIBRE (Intermedio N 2)



Los últimos días en la clínica no fueron fáciles para Rono. Lo sometieron a toda clase de exámenes. Incluido uno de próstata... Pero el más importante de todos, el mental, se llevó a cabo con extremada precaución para evaluar el estado de Rono. Se convocó a una especie de grupo de profesionales, psiquiatras de altísima reputación, traídos desde Viena.


Al fin y al cabo aparentemente le salió todo bien. Le dieron un diagnóstico reservado, en clave, y en un par de días se marchó a su casa.



Ahora bien, según las variadas especulaciones de los médicos, Rono no tenía un problema grave. Era más bien su naturaleza lo que lo llevaba a comportamientos a veces demasiado excéntricos para algunos. Simplemente, él no podía hacer nada al respecto, y eso motivaba a pensar que no estaba en completo dominio de sus facultades mentales.



Y recordemos que Rono había pasado por situaciones de estrés graves, viajes en el tiempo, lo secuestraron por error, se casó con la negrita, su perro lo volvía loco... en fin, no era fácil ser Rono y mantenerse bajo control con todo eso encima. A raíz de este breve análisis, el Dr. Barbui decidió otorgarle a su protegido algo que compensara sus disgustos en sus aventuras, algo que hiciera renovar a Rono, que lo reseteara... Si bien la clínica había sido una elección válida para tratar de establecer un poco de luz sobre la persona de Rono y los resultados de su comportamiento, no había sido determinante para saber qué clase de rumbo debía tomar. Barbui penso en mandarlo de vacaciones donde él quisiera, que eligiera un lugar y la compañía que deseara, ya fuera su esposa, su perro, un amigo, diez amigos, un cactus, un yo-yo, lo que él deseara.



Se comunicó al teléfono móvil de Rono para saber su ubicación. Sonó tres veces y atendió.



- Hola.


- Hola -saludó Barbui- ¿cómo anda, sí? Mire, mire, le tengo una sorpresa. A ver si adivina...


Rono pensó rápido. A los 17 minutos cortó el silencio.


- ¡Me gané el PRODE! -se agitó emocionado- ¡Dígame que me gané el PRODE! ¡Esa es la sorpresa! Por diooosss... cuánto he esperado este momento, no tener que pensar más en la guita, dedicarme a lo que me gusta, salir de compras, irme de viaje, tener una cabaña en el río...


- Pero qué dice -interrumpió Barbui- ningún PRODE, eso ya no existe, no se ha ganado nada. Además, usted viaja, vive, y hace lo que le gusta sin tener que usar dinero. ¿Cuándo ha manejado dinero, a ver? No sea ridículo.


- Bueno y cuál es la sorpresa entonces eh... no me venga con una de las suyas, doctor, por favor, que recién salgo de un loquero por su culpa...


- Quédese tranquilo. Esto le va a gustar.


- Voy a ir al programa de Susana Giménez, ¿eso es? Porque me gustaría ir...


- No, no es eso.


- ¡Ya sé, ya sé! Me van a dar el premio nobel de cetrería.


- Deje de decir estupideces, quiere -se impacientó Barbui- Ningún premio.


- Bueno y para qué me dice que adivine entonces, viejo...


- Le voy a dar unas vacaciones. Donde quiera, con quien quiera, el tiempo que sea. Haga lo que desee por un tiempo y después nos volveremos a encontrar para más detalles sobre su futuro, qué le parece.



Rono se quedó en silencio un par de minutos. Luego dijo:



- ¿Donde quiera y con quien quiera? ¿En serio me lo dice?


- En serio -le confirmó Barbui- Haga lo que le venga en gana, querido Rono. Eso sí, le advierto que va a quedar librado a su propia cuenta. Yo no estaré a su alcance mientras tanto. Asíque cuide bien lo que hace y todo eso, me comprende, sí...



Rono finalizó la conversación, pensando en algo que quisiera hacer, donde ir, con quien ir, etc. Se puso a buscar en internet, algo, no sé, un lugar, una película en el cine, una página sobre la fermentación del hasrani, fruta tropical del sudoeste de Asia que poseía grandes virtudes como laxante. Al rato se quedó dormido en el sillón. Despertó babeado y transpirado y sobresaltado. Había soñado que él y su perro estaban en Egipto, contemplando las maravillosas pirámides.


11. RONO Y LOS ASALTANTES



A Rono se le ocurrió salir a dar un corto paseo después de cenar. Se encontraba en Egipto, de vacaciones, como se lo había prometido el Dr. Barbui. En El Cairo se cena más bien temprano, asíque Rono y el perro abandonaron el pequeño restaurante a eso de las 6:51 pm. Habían compartido una suculenta picada que incluía mariscos de mar, bolas de fuego, háceres de rarará, un pequeño animal de carne muy sabrosa, hojas de álamo, gusanos de lana, y variados bocadillos de peces del Nilo.


Ahora bien, Rono caminaba lento y se frotaba el estómago. Pero no por buena digestión, sino más bien porque notaba que algo le había caído un tanto raro.



- Fueruon luos mejilluones -le dijo el perro, que iba junto a Rono calle abajo, rumbo al hotel.


- Callátelajeta laputaqueteparió.



Al doblar por una antiquísima callejuela, notaron que a mitad de cuadra se encontraban unas personas que reían y cantaban y hacían alboroto mientras caía la negra noche. Rono no le dio importancia alguna y siguió. Pero el perro, el perro advirtió algo. Peligro. Algo no estaba bien con aquellas personas. Cuando se encontraban a solo una docena de pasos, uno de ellos, un muchacho de tez morena con la camiseta de Morón se les acercó, cortándoles el paso de repente. Rono se quedó de una pieza, mirándolo. El perro encrispó los pelos del lomo y arqueó las orejas, mostrando los dientes de a poco, y le advirtió a Rono:



- Nuo hagas cuontactuo visual.



Rono le aplicó un ligero puntapié que el animal ignoró, acostumbrado ya a eso.



- ¿Adónde van, loco? -preguntó el muchacho. Los demás permanecían detrás, bebiendo una pequeña botella de licor de tortuga.



- Habla en español -se sorprendió el perro.


- Vamos a nuestro hotel -dijo Rono tratando de ocultar su nerviosismo- que es acá nomas, acá cerca, asíqueee... ¿nos dejan pasar? ¿eh?



El muchacho y los demás estallaron en una carcajada burlona. Rono se fastidió. El perro fue a olfatear al resto, y se puso a tomar un poco de licor también.



- Dame la campera.


- ¿Porqué? -preguntó Rono.


- ¡Dame la campera te digo! Esto es un asalto...


- ¿Un asalto? ¿Me estás asaltando a mí, que no soy de acá, como vos, que sos de allá, de donde todos venimos? -cuestionó Rono, no muy seguro de sus palabras.


- Ok, no entendí eso. Dame la campera puto...



El asaltante le arrebató la campera a Rono -que no puso ninguna resistencia, gracias a Dios- y luego se la probó.



- No me entra -dijo.


- Es medium -aclaró el perro.


- Calláte -dijo Rono.


- Calláte vos -dijo el asaltante, y le pasó la campera a uno de sus compañeros, que también se la probó...



- Me queda grande. No sé, las mangas son...


- Imbécil -intervino el tercero- dame eso para acá.


Este también se la probó. Se miró en una vidriera de aquella callejuela desértica. Dio media vuelta y se la quitó.



- Es muy ancha -dijo- Los hombros... como que... viste... no sé...



El asaltante que aún estaba frente a Rono los miró con desaprobación y los insultó, fastidiado.



- ¿Qué más tenés? 

Rono, que a esa altura observaba todo como si fuese un personaje de La Naranja Mecánica, se aclaró la garganta y juntó las manos.


- Miren, muchachos, estoy de vacaciones, no llevo dinero ni nada de mucho valor...


- El celular. ¿Tenés celular? dameló...


Rono le entregó un Motorola startac que conservaba desde el año 1999.


El asaltante observó el aparato.



- ¿Qué carajo es esto?


- Mi celular. Esa es la antenita ¿ves? Hacés así, click, y listo... tiene muy buena señal, te digo...


El asaltante acercó su rostro al de Rono.


- ¿Te estás haciendo el vivo conmigo, eh?


- Noo, yo solo...


- ¿Te querés hacer el listo con nosotros, eh, vago, gringojuaputa?


- Nooo, escucháme, escucháme un poquito, asaltante... nosotros somos científicos, somos parte de un experimento muy muy extraño y secreto. ¿Sino cómo te explicas que mi perro hable, eh? - Rono trataba de calmar los ánimos un poco, desviando la atención hacia otro lado.



- ¡Viva la iva íooooooooo! -gritó uno de ellos- ¡El perro, el perro!



El que estaba con Rono se dio vuelta para ver qué pasaba.



- ¡Mirá! ¡Sacá este perro de acá! ¡¡¡Nos comió toda la ropa y las mochilas, hijo de puta!!!



El perro hizo una seña a Rono y los dos corrieron calle abajo mientras los pobres asaltantes se quejaban en medio de la confusión. Uno lanzó una botella al aire, gritando.



- ¡Iiiiiaaaaaaaaaaaa, cabroneeeees!



El perro atrapó la botella con la boca, la escupió, y luego levantó bien alto la pata izquierda para orinar, apuntando hacia los muchachos. Los empapó enteros y se retiró. Rono se detuvo antes de llegar a la esquina y miró atrás. El perro venía meneando la cola y traía el startac entre los dientes.


- Tuomá, te rescaté el celular...


 - ¡Viva la iva ío! - exclamó Rono- ¿Qué mierda significa eso?

Ahora bien, confundidos y chocándose entre ellos, los matones se alejaron calle arriba. 


Rono, ya más calmado, caminaba mientras contemplaba la luna, pensando cómo habrían hecho los antiguos egipcios para medir con tanta exactitud todas aquellas distancias extrañas. Andá a saber... Miró el piso. Notó que se movía. Vaya, vaya.


12.  RONO EN EL ESPACIO EXTERIOR 



Hacia el exterior de la cabina, que daba hacia el norte de Asia, Rono contemplaba el atardecer; un atardecer diferente, un atardecer muy loco, muy callado... Y muy profundo. Esto sucedía debido al nuevo experimento que Barbui y el resto de los científicos estaban realizando a costa de Rono. Y el pobre no tenía ni la más remota idea. Sólo se encontraba en aquella cabina, en aquella nave, observando aquel curioso atardecer. Y digo curioso porque eran las dos de la tarde. Muy temprano para que atardeciera. Pero Rono no estaba, como de costumbre, al tanto de casi nada de lo que pasaba. El perro dormía a su lado. Bostezó y emitió ese chillido que los perros hacen cuando bostezan y estiran sus miembros. Rono le dió una patadita de cariño.




- Andá a buscar algo para comer - le ordenó.




El animal, aún soñoliento, salió de la cabina y se dirigió hasta la cocina comedor de la nave. ¿A dónde iban ahora? Se preguntaba a sí mismo Rono. Tal vez hacia otro planeta. Porque definitivamente no estaban en la tierra, no. Iban viajando por el espacio. Se veían muchas lunas y muchas luces de colores. Rono tuvo miedo de que lo hubiesen drogado al abandonar Egipto. Eso había sucedido ¿cuándo? ¿Dos semanas atrás? ¿Tres, cuatro? Tal vez fueran años. No tenía manera de saberlo con certeza. Pero definitivamente no estaban en la tierra y viajaban por el espacio. Eso era para Rono la prueba de que estaba siendo otra vez objeto de un experimento nuevo. Se convenció de ello al instante. Y el único que podría aclarar algo de todo aquello era el doctor Barbui. Ahora tenía que encontrar la manera de comunicarse con él de inmediato. Pero ¿cómo?. No veía nada a su alrededor que pareciera un dispositivo de comunicación, un teléfono celular, una radio, una computadora con conexión de internet, un walkie talkie, algo. No, no había nada a simple vista. Se puso a revisar todos los compartimentos de la cabina. Abrió una puerta a su lado, donde estaba sentado. Encontró una lata de atún y una coca cola de medio litro. Era una heladera tipo frigobar. Laputamadre, pensó Rono. En ese momento el perro volvió con algo en el hocico. Parecía una rata. O un camote. Difícil de saber. Rono tuvo un acceso de rabia y ansiedad. Hacía mucho calor ahí dentro. Y la ansiedad siempre era seguida por angustia y desesperación. Pero Rono estaba dispuesto a controlarse a sí mismo. Estaba entrenado para ignorar el hambre, el dolor, el frío y el calor, la desesperación y la angustia. Como Rambo. Pero no la ansiedad. Eso lo dominaba.




Ay, ay, ay Dios, Dios, se me viene, se me viene, laputamadre, ay Dios… - se lamentaba Rono al sentir la latente ansiedad acercándose como siempre; igual a un caballo de color negro y gris, como un ataúd de carne y hueso y con alas, pero sin jinete que lo montara.



Comenzó a rascarse las manos y las piernas y el pelo. Frenéticamente, entre quejidos e insultos. El perro lo observaba y movía la cola, divertido. En eso, el animal detectó por su instinto canino algo inusual en la parte posterior de la cabeza de Rono. Sí, definitivamente había algo, como una pequeña luz roja intermitente. Un punto rojo que se veía justo donde terminaba el cuello y comenzaba la nuca.




- Tenués una luz led en la nuca - le dijo el perro a Rono.



- ¿Qué?



- Que tenués una luz roja en la nuca.



- ¿Adónde? ¿Acá? -preguntó Rono mientras se palpaba la parte posterior de su cabeza, revolviendo los pelos.



Cuando logró dar con algo que parecía una espinilla, la presionó, involuntariamente, y un sonido como el de un maniquí hablando en ruso se escuchó en toda la cabina. Una imágen holográfica se presentó ante su rostro. Era Barbui.



- Bueno -dijo Barbui en un tono sereno y compuesto- , veo que encontró el artefacto para comunicarse que le implantamos hace diez años, cuando lo sacamos de Egipto, tal como hizo Dios con los hebreos, sí. Ahora, ¿puede oírme y verme con claridad, Rono?



- Sí - contestó Rono.


- Muy bien. Sí. Aparentemente se encuentra usted muy bien, querido amigo. Le voy a dar explicaciones en su debido momento acerca de porqué está en el espacio, viajando a casi la velocidad de un Renault 12 modelo 1981, sí. Solamente tengo que realizar unos pocos exámenes para sacar conclusiones más tarde. Mañana me pondré en contacto con usted de nuevo. Sí. Ahora descanse. O juegue al billar en la sala de juegos de la nave, no sé. Haga lo que quiera. Hasta mañana.



- Pero... - Rono empezó a preguntar algo, pero ya la imágen y el sonido del audiovisual receptor se había ido.



Decidió comer el camote, o la rata, que había traído el perro. Pensó que hubiera sido mejor haber sabido antes que podía jugar al billar en la sala de juegos. Se trasladó como pudo, debido a la falta de gravedad, y llegó a un lugar donde estaba todo muy bien organizado, todo ordenado y dispuesto de un lado a otro según la medida de cada cosa. La mesa de billar en el centro, iluminada por una lámpara verde fluorescente que dejaba caer la luz en el cuadro de la mesa. Pero no se veían las bolas. Ni los palos. Rono se acercó más, quedando por encima, flotando, de la mesa. El perro lo seguía, olfateando cada cosa que iba encontrando a su paso. La falta de gravedad hizo que Rono no pudiese ponerse a investigar un poco más sobre la materia. Siempre había sido un poco flojo para las matemáticas. Y para moralidad institucional, materias que le quedaron pendientes cuando cursaba la escuela secundaria. 


Pero ahora, ahí flotando sobre una mesa de billar, en una nave que viajaba por el espacio exterior, no tenía tiempo de acordarse de esas estupideces pasadas. Quería algo para hacer con su tiempo mientras esperaba las explicaciones que el doctor Barbui había prometido darle. Claro, todo eso suponiendo que fuera algo que él entendiera fácilmente. Y además, ya estaba bastante acostumbrado a tolerar las excentricidades del doctor. Y sabía, o estaba muy seguro, que fuera lo que fuera que Barbui y los demás científicos hicieran con él, no había ninguna razón para preocuparse por su salud y su seguridad. Al menos eso es lo que pensaba Rono. Pero estos pensamientos bien podían deberse a la falta de gravedad, a la alta presión de la cabina, o a las hemorroides que tanto le dolían.


Dió cuenta del camote rápidamente con mucho apetito. El perro lo observaba desde el lado opuesto de la mesa, emitiendo silenciosos suspiros. Rono levantó la vista por un instante y descubrió que el techo de la nave era de cristal y se veía el negro paisaje estrellado y poblado de una especie de vapor azulado. Era una hermosa vista, pensó Rono.


De pronto, algo increíble sucedió. Algo que cambiaría su vida por completo y que haría que su percepción de las cosas se vieran modificadas para siempre.


Un dedo apareció apoyado en el cristal. Era de un color verde musgo. Y al instante se vió claramente la mano a la que pertenecía aquel dedo. 


Y se movía.


13. RONO Y EL EXTRATERRESTRE 


Rono intentó de todo para establecer una nueva comunicación con Barbui, excitado por la perspectiva de que lo que se veía por la ventana fuera un alien, una criatura de otro planeta, de otro mundo, un extraterrestre. Y esa perspectiva lo tenía muy asustado y otra vez con el ataque de ansiedad y pánico. Sudaba a mares y estaba a punto de comenzar a llorar, desesperado. Pero no tenía idea de cómo establecer comunicación alguna sin disponer de un dispositivo adecuado para ello. Se le pasó por la cabeza que tal vez podía utilizar la telepatía. Cerró sus ojos y pensó intensamente en el doctor, pero no obtuvo ningún resultado satisfactorio.


Luego de un minuto o diez, la voz de Barbui se oyó en los tres parlantes que habían en la cocina comedor.


-Rono, no tema. Sí. Es posible que se pueda encontrar con vida extraterrestre durante el viaje. Sí. Pero tengo que decirle que todo eso forma parte del nuevo trabajo, el nuevo experimento. No tema en absoluto. Estamos monitoreando desde nuestra propia base en la tierra, en Cabo Cañaveral, Houston, Texas. Y todavía tenemos todo bajo control, sí, no se preocupe ni se alarme. Sea paciente y amigable con los seres que encuentre. Sea hospitalario, atento, buen anfitrión. Invíteles un trago o dos. Haga caso de esto, por favor, sí.


-Pero yo no quiero ser anfitrión de extraterrestres ni tomar nada con ellos. Además¿en qué idioma se supone que me voy a poder comunicar con ellos, eh? No, no, no. Ya está bueno. Quiero que termine el trabajo y el experimento ahora mismo. Quiero irme a mi casa. Quiero volver al planeta tierra ya mismo, doctor. Sáqueme de aquí de inmediato -dijo Rono, convencido de que todo lo que decía no tenía nada de valor y que lo iban a dejar en el espacio exterior hasta que termine el experimento.


-¡Y una mierda! - exclamó, enfurecido.


En eso, se oyó nitidamente unos golpes en la puerta de la cabina. Rono, intrigado, fué a ver de qué se trataba. Flotó hasta la puerta. Y su sorpresa no pudo haber sido mayor al ver que el que golpeó era una criatura de color verde musgo y que llevaba puesta la camiseta de la selección argentina de fútbol. “Guau”, exclamó Rono. Y abrió la puerta de la nave. La criatura hizo un breve ademán de agradecimiento y pasó adentro.


Tenía las facciones del rostro como las de un gato terrestre. Y tres dedos en cada mano. Rono lo miró por 27 segundos. Luego dijo:


-Pase. Adelante. Come in. Chi yaoon. Dieber in. Nushka adent. Veni dentri. Araam phassatt.



El extraterrestre le dijo a Rono en el lenguaje universal de señas que venía a buscar la pelota firmada por Lionel Messi que había encargado a los tripulantes de la anterior misión y que le bordaran la tercera estrella en la camiseta. Que no había querido asustar a Rono ni nada parecido. Y que le aceptaba una invitación a beber algo en el bar de la nave, que le vendría bien un trago o dos. Rono lo miró con los ojos entrecerrados.


-Muy bien -dijo Rono -; y supongo que te querrás quedar hasta las 23 que dan la pelea. Ok dale.


Y los dos se encaminaron en silencio hacia el salón/bar de la nave. Los científicos siempre pensaban en todo a la hora de hacer sus experimentos.


Los dos se sentaron delante de un Jack daniel’s y media docena de corona frías, se mantuvieron en silencio por unas cinco horas, ahi sentados los dos, bebiendo con la mirada perdida en un horizonte inexistente. Luego, se pusieron a conversar, espontáneamente.


14. RONO VUELVE A TIERRA 



A partir de cierto punto, Rono fue contactado por el doctor Barbui para que se prepare a volver del espacio exterior. 



Pero no dijo nada acerca de volver con alguien. Y dado el caso de que se había hecho amigo del extraterrestre, decidió por su cuenta llevarlo con él. El extraterrestre se llamaba Nont’gunna. Y hablaba todos los idiomas y dialectos conocidos y no conocidos. Rono le preguntó si estaba de acuerdo con ir al planeta tierra, y Nont’gunna le contestó que sí, no hay drama.



Una cápsula los fue a buscar al espacio y los trajo de vuelta a la tierra. Aterrizaron en el océano Pacífico, osea no muy lejos de la marca que los científicos habían quedado de acuerdo para recibir la cápsula. Tenían que nadar 891 metros hasta la orilla de la costa, en Birmania, Luján de Cuyo. Llegaron bien, mojados, pero bien. Rono divisó a lo lejos una cabaña aparentemente construída con barro y hojas de palmera. Los dos se dirigieron hasta ahí.



Al llegar, el extraterrestre se puso tenso porque sintió miedo. Y su color de cabello cambió. Era rosa en vez de verde musgo ahora. Pero Rono no se dió cuenta de nada. Entraron en la cabaña, y ahí estaba el doctor Barbui, recostado de costado en una especie de lona sobre la tierra húmeda.



-Me alegro de que haya podido llegar bien y a tiempo, sí.


- ¿Qué hace usted aquí, doctor? ¿Dónde están los otros científicos? ¿Dónde está el frasco de dulce de leche?


- Ya le explicaré -le dijo Barbui- ¿Quién es éste? ¿Es un amigo suyo acaso? Parece que lleva un disfraz de Halloween. Sí. ¿Cómo es el nombre de su amigo?


- Se llama Nont’gunna. Lo conocí ayer en el espacio. Es del planeta… hum… ¿De qué planeta sos? -preguntó Rono a su nuevo amigo.


- Oh, bueno, soy de Neptuno.


- ¿De Neptuno?


- Sí, de Neptuno. Viste que la Vía Láctea tiene en órbita a varios pl…


- No puede ser -interrumpió Barbui -. No hay vida que haya podido ser comprobada en Neptuno ni en ningún otro planeta de la Vía Láctea.


- Bueno, qué quiere que le diga, vengo de ahí, nacido y criado.


- Oh… El horror, el horror… -susurró Barbui.


- Ah bueno vamos doctor -dijo Rono-. Sabemos que se sabe muy poco de los planetas de la órbita nuestra. ¿Porqué no puede ser de Neptuno, eh? ¿Qué sabe usted, o los otros científicos, nerds, sobre Neptuno, ah?


- Bueno, bastante de hecho. Hemos estado tratando de hacer contacto con alguna forma de vida extraterrestre por décadas y no hemos obtenido nada. Ni pío. Nada. Nothing. Pero bueno, sí, está bien, si eso es todo verdad. Bienvenido al planeta tierra Nungara.


- Es Nont’gunna -aclaró el extraterrestre amigo de rono.- Nont’gunna. Es como decir “ninguna” pero no, no es así, es Nont’gunna. Se pronuncia con una sílaba silenciosa en el medio, es como…


- Sí, sí, bueno, está bien, está bien -interrumpió Barbui al extraterrestre de nuevo -, pero, esperen. Ustedes deben estar hambrientos. Voy a pedir que les traigan algo para comer a los nativos de la isla. Acá en Birmania hay un grupo de gente que cocina cualquier cosa que atrapan por ahí. Esperen. Sí.


Dirigió su mirada hacia la puerta de la cabaña y levantó la voz:


-¡Husenscomicuale, fano , rupicuale! ¡Ripidonetalocuå!


Y enseguida apareció un nativo con una bandeja de amianto, con algo que parecía cualquier cosa menos comida.


-¡Husena, quikly, quikly! ¡Yanetuvo camomost! -Dijo Barbui al nativo, que salió por la puerta de hoja de palma y desapareció. Al poco tiempo, apareció de nuevo con una pata de cerdo.


- ¡Guau! -exclamó Rono - ¿Habla usted Birmano, doctor? Impresionante déjeme decirle…


- No, no, no sea ridículo. Sólo invento palabras raras para conseguir lo que necesito, sí. No tengo idea del idioma. Pero parecen entender, qué quiere que le diga.



Rono y su amigo se pusieron a dar cuenta de la pata de cerdo. La comieron con muy buen apetito. 


- No tenía idea de que hubiera cerdo aquí -dijo Rono-¡Está delicioso!


- Bueno, me alegro que les guste. ¿Quieren algo para beber, leche de manzana, o quizás jugo de calabaza?


- Ok - dijo Nont'gunna - el jugo de calabaza suena muy bien. ¿Es fresco y con pulpa? -preguntó.


- Sí, sí, por supuesto, por supuesto, coman y beban. Los científicos y yo los veremos esta noche en el Templo, sí. Ahí se los entrevistará a ambos, ya que son dos, para recoger los datos que son necesarios para el experimento. Los veré entonces. Ahora, vayan al centro y compren algo lindo, lo que quieran, es gratis. -les dijo Barbui.



Así entonces, Rono y el extraterrestre Nont'gunna salieron de la cabaña y se encaminaron hacia el exterior, al centro de la isla. Y cuando habían recorrido unos pocos metros, escucharon a Barbui gritarle a uno de los nativos.


-¡Nanagudespecia, marinometrae el cargador del celular!


Y se internaron en la densa selva de palmeras.



15. RONO HABLA CON EL EXTRATERRESTRE 



Rono estaba contento. Sin ninguna razón aparente. Pero se encontraba a sí mismo mirándose la panza. El extraterrestre lo seguía a todos lados donde iba Rono, murmurando, suspirando, proyectando en hologramas fotografías tomadas cuando era un niño. Rono le preguntó si se sentía bien y cómodo aquí en la tierra, y Nont'gunna le decía que sí, que no se preocupara por él, que estaba todo bien y que le agradecía el haberlo traído desde el espacio exterior hasta acá para acompañarlo con la misión, con el experimento de los científicos. El doctor Barbui le había dejado una impresión un poco confusa, pero bueno, ¿no se lo puede tener todo en esta vida, no? Rono estuvo de acuerdo con el extraterrestre, y de hecho, lo invitó a que se sentaran en unas piedras que habían al lado del camino, en la sombra de un hermoso atardecer birmano. Se sentaron y Rono le pidió a Nont'gunna que le contara algo de su vida allá en Neptuno. El extraterrestre se aclaró la garganta, porque la tenía muy poco clara, debajo de la cintura, y comenzó a hablar, lentamente, como en suaves oleadas. Rono le escuchaba con los ojos entrecerrados, como siempre que algo capturaba su atención. El extraterrestre le dijo que había luchado para el ejército de Neptuno en la guerra de las galaxias, de George Lucas, allá por 1977 en años terrícolas, y que eso le había dejado una marca indeleble. Le mostró la marca. En el antebrazo derecho tenía un tatuaje de R2-D2, el androide enano que andaba siempre junto a C3-PO, el otro androide más alto de color oro, ese que no paraba de hablar nunca. Rono asintió con la cabeza, dando a entender que sabía de ello porque había visto la saga de Star Wars completa en Blue Ray apenas salió a la venta. El extraterrestre prosiguió su relato.


-Me tuvieron prisionero durante ocho largos días . Lo recuerdo muy bien. Me daban de comer una sopa y un pedazo de pan de cobre al día. Pero eso no fue lo peor, lo peor fue que me hicieron traducir documentos secretos para Darth Vader, el señor del lado oscuro. Y mientras yo traducía, pude leer que los planes del Imperio eran malos, muy malos, y que querían acabar con la oposición de los de la Alianza Rebelde y la República Argentina. Querían acabar con los Caballeros Jedi…


-¿En serio? ¿La República Argentina? -preguntó Rono intrigado.


-Sí -contestó Nont'gunna - Era la época de las fuerzas militares en ese país…


- ¡Ese país es de donde vengo yo! - exclamó Rono alarmado por semejante noticia -. Los militares arruinaron todo, desaparecieron treinta mil personas… Yo nunca…


- Lo sé, lo sé - aclaró el extraterrestre -, sé todo acerca del asunto ese. Fue una época desafortunada para tu país y su pueblo, lo sé.


- Y bien, ¿qué sucedió con eso después de esa guerra de las galaxias?


- Bueno, a mí me dejaron ir en libertad. Sólo tuve que cumplir con algo que me pidieron a cambio.


- ¿Qué fue?


- Bueno, tuve que hacer un retiro voluntario virtual.


- ¿Un retiro voluntario virtual? ¿Y qué puta es eso?


- Es una especie de rehabilitación que uno tiene que tomar online. Es para los neptunianos algo que insulta nuestra condición de planeta libre y neutral, como Suiza para ustedes; nosotros somos lo contrario a la dominación imperial, como los Estados Unidos de Norteamérica para ustedes, y no usamos internet ni ninguna de sus herramientas. En Neptuno dejaron de usar dispositivos visuales hace un montón de tiempo…


- ¿En serio, cuánto tiempo? ¿Qué utilizan para comunicarse de forma global entonces? ¿Tienen televisión en colores?


- No, no, dejamos eso para evolucionar hacia un sistema táctil. Todo se puede hacer mediante el tacto, nos comunicamos con los cuatro dedos. Por eso es que son largos y más gruesos que los de los humanos.


- Ah, ya veo, ya veo, creo que entiendo - dijo Rono con voz neutral -. Osea cuatro dedos, uno para cada cosa, ¿no?


- ¿Qué cosas?


- No sé, vos dijiste…


- Yo dije que usamos los dedos para obtener información cuando se toca algo, esa información viaja a velocidad del tiempo hasta nuestra cabeza y se mete en nuestro cerebro, que, a propósito, es cinco veces más grande que el de las personas humanas.


- Uhhhh bueeeno, el gran cerebro que tienen… Quisiera jugar una partida de ajedrez con el presidente de Neptuno a ver quién tiene el mejor cerebro. Pregúntale a Bobby Fisher…


- En fin, cuando cumplí 118 años me dieron la licencia para poder usar los vehículos, las naves interestelares, y viajar por el espacio exterior cumpliendo la labor de vigilancia, lo cual debe hacer todo joven de esa edad como requisito del estado. Así te encontré a tí, querido hermano.


- Ok. Entonces no existe ninguna razón para defenderse de supuestas hostilidades por parte de los hermanos neptunianos, ¿no es así? 


- Claro que no, Rono. Claro que no.



Y mientras Rono cavilaba pensamientos, y el neptuniano decía estas palabras, sus dedos de la mano izquierda tanteaban buscando algo que tuviera filo o una punta afilada. 



16. RONO HACE UNA FIESTA 


A partir de cierto momento, a Rono le entraron ganas de conocer a la numerosa tribu birmana. Por lo tanto, preparó y organizó una fiesta, o más bien una especie de celebración para que todos los habitantes se reunieran y lo pasaran bien por una noche al menos. Para esto debía de idear cómo hacer llegar el mensaje, osea la invitación formal o informal, daba lo mismo, ya que no había ninguna diferencia a ese respeto. Se puso primero a diseñar grandes carteles pintando gruesas y frondosas hojas de palmera. Pintó, o mejor dicho escribió, una sola palabra que sabía que todo el mundo, occidental y oriental, no podía desconocer.


La palabra era “PARTY”. Sí, estaba seguro que trascendía cualquier barrera idiomática. Pegó hojas de cartel en todas las entradas de chozas y cabañas a lo largo y a lo ancho de la isla.



PARTY.



Sólo le faltaba alcohol. Le pidió a Barbui que le consiguiera la mayor cantidad posible para que la fiesta tuviera éxito. Barbui accedió gustoso, ya que estaba invitado también, y consiguió martinis, ananá fish, fernet, piña colada, cervezas Stella Artois, jarabe de coco, y jugo de muela de cocodrilo. Bastante bien, pensó Rono, y le agradeció a Barbui el favor.



Ahora bien, la fiesta comenzaba con la caída del sol. Pero faltaba algo funcional y fundamental: la música. Para eso estaba el extraterrestre, que podía hacer sonar cualquier clase de música con su cabeza, vía Bluetooth. En ese momento vino acercándose un nativo birmano, tímidamente. Llegó a la parte del terreno que Rono y su extraterrestre amigo habían dispuesto como zona bailable. Nont'gunna proyectaba imágenes holográficas a modo de videoclips. Los altavoces de su propia cabeza sonaban bastante bien, fuerte y claro. Pero aún no aparecía nadie más que el nativo antes mencionado. Asique Rono le pidió a Barbui que le preste el seguro del auto para enroscarlo y que quedara como una corneta de papel.



-¡Vengan todos! ¡Come together! ¡Veni vidi vici! -gritaba Rono-. ¿Cómo se dice en Birmano, doctor?


- Ni idea. Pero pruebe diciendo: “Hasmaratara comengatti”, tal vez eso signifique algo, sí.


A Rono le pareció que valía la pena intentarlo.


-¡Hasmaratara comengatti! -gritó.


Y entonces, inexplicablemente, comenzaron a salir birmanos desde todas partes. De la densa selva de palmeras salían e iban cantando y moviendo la cabeza y los brazos y avanzaban con pequeños saltitos. “Bueno”, pensó Rono, “ahora sí que es una fiesta”. Y se puso a armar una barra con barro y hojas secas para servir las bebidas. Ya que Nont'gunna estaba ocupado con la música, él tenía que hacer de barman. El doctor Barbui seguía recostado en la oscura cabaña y hablaba con un loro blanco, en su inventado idioma birmano.



La fiesta era un verdadero éxito. Todo el mundo bailando, bebiendo, riendo y divirtiéndose a lo loco. Las mujeres, algunas visiblemente embarazadas, se revolvían los largos cabellos, teñidos de muchos colores. Los hombres y los chicos más jóvenes saltaban y hacían distintas acrobacias. El alcohol surtía un efecto extraño en los nativos. Los había desinhibido por completo. Pero lo que importaba era que todo el mundo se divertía.


Ahora bien, Rono estaba en su etapa seca, osea que no bebía, no podía beber alcohol debido a la nueva membrana que los científicos habían puesto en su sistema homeostásico cuando lo enviaron al espacio exterior. Y hasta ahora no había probado ni una gota. Pero extrañaba la bebida. Se preparó un martini sin gin y con tres aceitunas. Hizo una mueca de desagrado al tomar el primer trago. Luego le pasó mejor. Se preparó como diez más en un minuto, al tiempo que preparaba los tragos para los nativos que se acercaban a la barra. En eso, se confundió de trago, y entregó el de él a un nativo y bebió el que contenía alcohol. Pero no se percató de ello hasta unos minutos más tarde, cuando se encontró a sí mismo subiendo por el tronco de una palmera, gritando a viva voz: “¡Aguante Argentinaaaa, Aguante el Lobooo, Aguante el fasooo!”.


Barbui y Nont'gunna lo tuvieron que hacer bajar. El perro, que había estado todo el tiempo dormido en la cabaña, salió a ver de qué trataba todo el alboroto. Cuando vió a Rono subido al árbol de palmera, se acercó y ladraba, con ladridos cortos y largos intermitentes, como en código Morse. Entre Nont'gunna, Barbui y algunos nativos que se habían acercado a ver qué sucedía, lograron bajar a Rono de la altura a la que había ascendido, ebrio, y lo acostaron en el piso. Rono decía, rezongaba: “No, nooo, nooo… No me toquen, nooo…”.


Lo llevaron a la cabaña y un nativo le afeitó la cabeza con una navaja muy afilada. Era un ritual antiguo para que se les pasara la borrachera a los que habían bebido de más. Además, era el peluquero de la tribu, por lo que estaba calificado para hacerlo.


La fiesta continuó hasta el amanecer. Quedaban unos veinte individuos, más o menos, que bailaban, pero ya no había música. Nont'gunna se había retirado a sus aposentos, vaya uno a saber dónde. Barbui dormía al lado del calvo Rono, que roncaba y hablaba en sueños. Puteaba al perro. Y se movía de un lado a otro. Decía, dormido: “Oh, el horror, el horrorrr…”.



17. RONO VUELVE A SU PAÍS 


Esclarecido el tema del viaje por el espacio exterior, y hasta la breve estadía en la isla de Birmania, a Rono se le pasaron por la mente varias cosas, tales como porqué los científicos habían decidido experimentar con él, las drogas que le habían obligado a tomar, las drogas que había tomado él por su cuenta, el porqué de las infecciones urinarias, la sinusitis, las cabras del establo, porqué las hormigas negras son mucho más grandes que las rojas, el recuerdo de un cuento de Edgar Allan Poe, las siete u ocho maravillas del mundo, no se acordaba bien, la membrana de amianto que cargaba encima, cómo había aprendido a decir palabras el perro, en fin, todas estas cosas y muchas más pensó Rono, tantas que, si se quisieran escribir todas, no alcanzarían abarcar todos los libros de todas las bibliotecas del planeta tierra.


Oh, bueno, eso fue una exageración de mi parte, pero se entiende bien lo que quería decir, ¿no?



Ahora bien, luego de abandonar la isla, Rono se despidió del doctor Barbui y partió con prisa hacia su país, Argentina. Llegó en un vuelo chárter a Buenos Aires a las 6:15 a.m. y se dirigió a la bodega del avión para recoger sus cosas y hacer bajar al perro. Ahí justamente se da cuenta Rono que sus cosas no estaban y que el perro dormía sobre una valija de otra persona.



-¡Bájate de ahí, laputamadre queteparió! -le gritó al animal. El perro bostezó y lo miró desinteresadamente. Rono se calentó, pero quería saber qué había pasado con sus cosas, porqué no estaban en la bodega del avión. Volvió sobre sus pasos e interrogó a una azafata.



-Mire, señorita azafata, se han olvidado de cargar mis cosas, mis pertenencias en la bodega del avión, debe haber habido un error o algo…


La azafata lo observó con cierto temor.


-Señor, espere a que desciendan los demás pasajeros y atenderé su reclamo.


“Putamadre”, pensó Rono. El perro había bajado y estaba a su lado, moviendo la cola y bostezando con ese chillido que emiten los perros al bostezar.


Ahí se le ocurre algo a Rono.



-Vos no te habrás comido nada en la bodega del avión¿no? -le pregunta Rono al can-. Porque no hay otra explicación aparentemente al respecto. ¿Te comiste las cosas que trajimos, sí o no, laputamadrequeteparió?



El perro escondió la cola entre las patas y agachaba la cabeza, con las orejas pegadas al cráneo.



-Yuo no me acuerdo de nuada -dijo el animal, con la particular modulación de su hocico. Rono se lo quedó mirando por un minuto o dos. Luego le aplicó una patadita en las costillas y el perro huyó hacia el interior del aeropuerto. La azafata, que había presenciado todo, le dijo a Rono que iba a averiguar sobre la falta de su equipaje y también se dirigió al aeropuerto.


En eso, Rono observaba a los demás pasajeros que iban descontando por la escalera del avión. Un número importante de periodistas y fotógrafos se le acercaron de golpe y comenzaron a hacer preguntas y a tomarle fotografías. Rono se preguntaba cómo era que sabían que él llegaría en ese avión. Se dispuso a atender a la prensa entonces.



-Hola, hola, sí, es un gusto enorme estar de vuelta en mi país. Han pasado muchas cosas desde la última vez, como ustedes ya deben de saber, espero que…


Alguien, desde atrás de donde estaba Rono hablando con la prensa, le dijo algo.



-Qué hacés, gil. Creo que me vienen a ver a mí. Andá pa’shá, bobo. Tomatelá, BOBO -le dijo. Rono se volteó para mirar al que le hablaba. Casi se muere muerto de un ACV. Era nada más y nada menos que… ¡Lionel Messi! Sí, estaba bajando del avión y por eso la prensa estaba ahí. Una mezcla de vergüenza, pasión, fanatismo y nervios lo invadieron. No pudo hacer nada aparte de hacerse a un costado para que el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos pudiera bajar y hablar con los reporteros. Increíble. Rono no lo podía creer. Se quedó al lado del astro mientras este se abría paso entre las personas que lo apretaban. Entonces a Rono se le ocurrió una de sus ideas características. Pensó: “Ya sé. Voy a fingir que soy miembro de la seguridad personal de Messi”, entonces comenzó a dar voces y apartar gente a un costado, manteniéndose justo al lado de Lionel. Y, aunque todo esto sea un poco difícil de creer, así fue como gracias a la intervención de Rono, el jugador logró llegar rápidamente al interior del aeropuerto, donde lo esperaba su jefe de seguridad personal, el verdadero, y el coche para trasladarlo. Rono se quedó mirando como Lionel Messi se descolgaba su bolso de mano y buscaba algo adentro, mientras subía en la parte trasera del vehículo. Rono lloró.


Pero resultó que el futbolista sacó unos papeles del bolso y, al bajar un poco la ventanilla del auto, le entregó a Rono eso que había sacado. “Gracias por la onda. Hubiera tardado mucho más en llegar hasta acá si no me hubieses ayudado a dispersar a la gente que estaba en el camino. Tomá, BOBO, jajaja”, le dijo a Rono mientras le pasaba por la abertura de la ventanilla los papeles que había sacado recién.



Eran entradas al palco V.I.P. de la cancha de River Plate para el amistoso que jugaría la selección argentina contra Brasil el domingo. 



Rono lloró de nuevo. 


Y el perro también.



18. RONO EN EL MONUMENTAL 


Rono agarró las entradas V.I.P que le había regalado Lionel Messi y tomó un taxi para ir a la cancha de River Plate a ver el encuentro entre las selecciones de Argentina y Brasil. Pero el taxi lo tuvo que dejar a casi diez cuadras del estadio debido a la cantidad de gente que iba a pié por las calles aledañas. Puteó un poco, pero finalmente se rindió ante ese obstáculo. Y se dijo a sí mismo que no iba a permitir que nada ni nadie se entrometiese en su camino para cumplir con uno de sus sueños más deseados: iba a ver a la selección argentina, la selección de Messi, el más grande futbolista de todos los tiempos, junto con Diego Maradona claro está. Y encima era frente al archirival de Sudamérica: Brasil. Y aunque era un amistoso, Rono estaba seguro, como la mayoría de las personas, que no existe tal cosa como un partido "amistoso" entre Argentina y Brasil. No. ¡Y lo presenciaria desde el palco más exclusivo de todo el estadio! ¡Guaaaau!, pensaba Rono, no se lo terminaba de creer todavía. ¡Y por el hecho de que conoció a Lionel Messi bajo una circunstancia de lo más surrealista y confusa, por decirlo de manera sencilla! 


Llegó a la esquina y dobló hacia la entrada número ocho, la que así aparecía indicada en la exclusiva entrada que llevaba dentro de un calcetín, que estaba dentro de un gorro de lana, que estaba adentro de una caja de habanos (regalo de Fidel Castro cuando Rono visitó la isla de Cuba un tiempo atrás), que estaba metida en una heladera portátil, que iba metida en el baúl que arrastraba Rono en un carro de dos ruedas, de esos que los encargados de los edificios suelen utilizar para transportar heladeras, cocinas y otras cosas de mucho peso en las mudanzas especialmente. Llegó a la entrada del estadio y se topó con una fila de barreras de seguridad y hombres uniformados que custodiaban la exclusiva entrada número ocho, la que conduciria a Rono a su lugar en el palco V.I.P. 

Rono lloró.


Pero al minuto y medio se le pasó y se encaminó hacia los guardias, arrastrando el carro.


-¿Señor? -lo frenó el primero de los custodios de la entrada- ¿Adónde cree que va con ese..., ese carrito? ¿Qué trae en el baúl ese? Necesito que lo abra y me muestre lo que lleva adentro, por favor, señor.


Rono lloró.


Pero abrió el baúl y le mostró la heladerita, la caja de habanos que estaba adentro, el gorro de lana que contenía dicha caja, y finalmente sacó el calcetín que guardaba las preciosas entradas para el partido. El guardia se quedó mudo, de una pieza, sin poder entender del todo semejante situación, la escena que había presenciado lo dejó sin una respuesta adecuada. Miró a Rono gravemente.


-A ver a ver, primero que nada ¿Quién se supone que es usted, alguna especie de asistente personal de alguien famoso o algo parecido? ¿Porqué tenía la entrada en un montón de...


- Entradas -le interrumpió en seco Rono.


- ¿Cómo dice?


- Dije entradas. Porque son dos, una para mí y otra para mi perro, que ya debe de estar por llegar en cualquier momento.


- ¿Su perro? ¿Usted me está diciendo realmente lo que escuché, que viene con un perro y su entrada? Señor, mire, es un evento de gran magnitud este partido, no hay tiempo ni momento para hacer bromas de este estilo ¿me comprende?


- Absolutamente -contestó Rono-. Absolutamente de acuerdo con usted. Pero déjeme aclarar algo que no le dije todavía, estas dos entradas súper exclusivas para este palco me las entregó como un obsequio, en mano, el señor Lionel Messi ayer en el aeropuerto, porque le ayudé a cruzar la explanada y llegar a su vehículo que lo estaba esperando, pero no podía avanzar ni un metro por la cantidad de gente que se le interponia en su camino. Y yo fuí el que dispersó a la gente, los periodistas y todos los demás, para que pudiera subir al coche para trasladarlo de ahí al hotel donde concentraba la selección. Así que si me permite, aquí está, véala por usted mismo por favor le ruego, y luego, apártate del medio porque ya quiero entrar al estadio. Y cuando llegue el perro lo hacés pasar y le entregan esta otra entrada que es la de él, ¿tamos?


El seguridad se puso de todos los colores. Farfulló algo y luego le dijo a Rono:


- Flaco, ¿cómo hiciste para abrir el paso entre toda aquella gente en el aeropuerto?


- Gas -contestó Rono-. Fué un gas, señor guardia. Pero no lo divulgue por favor.



19. RONO ACCEDE AL PALCO V.I.P.



En el mismísimo instante en que Rono accedió a la lujosa platea del palco exclusivo para celebridades del espectáculo y famosos ex jugadores, dirigentes de los clubes más grandes, mujeres hermosas modelos y algún que otro personaje de la farándula, se sintió bien y mal a la vez. No sabría decir el porqué, pero así se encontraba Rono entre todas esas personas. Por supuesto que sabía quiénes eran algunos de los famosos que se veían ahí, bebiendo tragos largos y comiendo sushi y otras cosas exquisitas así. Pero Rono quería integrarse con esas personas, quería participar de las charlas en grupos de cuatro o cinco personas que hablaban, hacían sociales. Rono caminaba de aquí para allá, escuchando la música que salía a bajo pero nítido volúmen. Música de Jazz era, reconoció Rono. Lo que no reconocia era a nadie para entablar conversación, hacer amistades nuevas, por más superficiales que fueran. Él también quería disfrutar de la suerte de encontrarse en el lugar tan exclusivo. Pero no se le ocurría nada como para mezclarse entre los pequeños grupos de gente famosa, de celebridades muy conocidas. Entonces se le proyectó una idea en su mente: sigilosamente se acercaría y escucharía de qué estaban hablando y, si dado el caso de que él pudiera meter un bocado y ser aceptado a compartir la conversación con la gente, le pareció que eso estaba bien, que podía integrarse aunque él no fuera alguien famoso. Al menos no famoso como aquella gente. Caminó moviéndose despacio, pasando cerca de las personas que hablaban con otras en esos pequeños grupos. De pronto, le llegó el sonido de risas y carcajadas que provenían de unos que estaban charlando y riéndose. Rono se apresuró a acercarse lo suficiente como para que lo notaran. Se trataba de un par de modelos muy hermosas y muy pero muy delgadas, y dos o tres actores que le resultaban familiares a Rono, aunque no habría podido identificar quiénes eran, y también una persona que debía de ser del mundo de la política, por como vestía y hablaba y reía a toda voz.



-Jajjaja, qué increíble lo que sucedió en esa reunión -decía esa persona - . Qué lindo, qué increíble, el tipo sale a comprar el periódico y el gato se lo roba, jajaja jajaja…



-Jajjaja -reian las modelos y los actores - , y reían con ganas, por un rato sólo se oían sus risas.



-Jajjaja, oh, sí, jajaja -rió también Rono sin saber de qué, solo quería participar con ellos -, sí sí, jajaja, ya lo creo; me perdí la parte del medio, pero viendo como se están riendo y divirtiéndose ustedes, adivino que debe de haber sido una anécdota muy humoristica, por la forma en que disfrutan de ustedes mismos, jajaja, me encanta reír a mí también. Me gusta la risa. Hace mover el mundo, ¿no?, oh, sí, sí, estupendo…


Lo observaban a Rono decir todo eso, todavía con sonrisas en la boca.



-Maravillosa anécdota, maravillosa -repitió Rono - . Jajaja, sí.


Y pegó media vuelta y se fue alejando con paso lento, buscando algún otro grupo divertido cómo el que acababa de conocer. Llegó a uno formado sólo por hombres. Gordos. Hombres de negocios grandes, pensó Rono. Se acercó a ellos para escuchar de qué hablaban. Un hombre contaba algo a los demás.



-... Y se llevaron hasta el reloj de oro que me había dejado mi padre. Fue lo que más lamenté.


-Jajjaja -rió Rono - ¿Y se llevaron el reloj que su padre le había regalado? Qué increíble, jajaja, es una cosa de locos. Hoy es una noche muy divertida ¿no les parece, sí? Jajaja.



El que estaba al lado del hombre le dijo a Rono:


-El diputado Cairone nos estaba contando de la vez que le robaron. ¿De qué demonios se ríe?


-¿De qué demonios me río, jajaja? Humm, dispense -dijo Rono- y se alejó de ahí.



El juego estaba por comenzar. 


Y Rono lloró. Otra vez.



20. DURANTE EL PARTIDO 



Sonó una corneta y Rono se sobresaltó. “Ay laputaquelosremilparió qué fue eso, qué pasó “, exclamó Rono al tiempo que se agachaba y escondía la cabeza entre los hombros. “Me cagan de miedo los sonidos de corneta”, le comentó a quien estaba sentado en el asiento de atrás. “No las soporto, no me gustan las cornetas. De niño, para Carnaval, siempre había un boludo que tenía una. Cada vez que la hacía sonar me temblaba todo el cuerpo. Y eso no era lo peor, sino que el maldito sonido se me quedaba dentro de los oídos durante todo el día y el siguiente también “. Rono no había reparado que a la persona sentada detrás de él no parecía estar prestando ninguna atención al improvisado monólogo sobre la corneta de Rono. Era un muchacho de unos veinte años. Rono continuó hablando un poco más. “Lo que me pasa a mí es curioso, a ver, cuando me echaron del colegio secundario, me tuve que meter en una escuela nocturna, eso significa que uno asiste a las clases por la noche y no por la mañana, sabe. Además uno tiene que compartir el curso con gente de todas las edades, gente de hasta 50 años, más los adolescentes repetidores que van a parar ahí porque no los admiten en ningún otro lado, en ninguna escuela normal, ¿se entiende a lo que voy?”


“No” -le contestó el muchacho con un evidente tono de fastidio por tener que verse obligado a escuchar a Rono hablarle como si lo conociera. Y Rono seguía dando la lata, no parecía que fuera a detenerse. “A mí me regalaron una trompeta cuando cumplí ocho años. Me gustaba mucho la trompeta, y mi abuela, mi abuela materna, siempre me quebraba las bolas diciéndome: nene tocá la trompeta tocá la trompeta… Al final la terminé por detestar. Pero más que nada porque me llevó dos años y medio de ir a las clases el darme cuenta que si me dedicaba a tocar la trompeta, era prácticamente imposible que pudiera cantar, y no digamos que sé cantar ni mucho menos, pero existía la posibilidad de hacerlo sólo si dejaba de tocar la trompeta. Así que así y todo, ni toqué la trompeta ni me dediqué a cantar tampoco, es como esa historia que…”



GOOOOOOOOLLLLLL



Se escuchó en todo el estadio. Gol de Argentina. Gol de Messi.



Y Rono lloró.



21. LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE RONO 



Personajes 



Rono 


El perro 


El doctor Barbui 



Ubicación: El living comedor de un departamento céntrico 



(Rono, el perro y el doctor Barbui están cómodamente sentados en sillones de arpillera. El perro está durmiendo al lado del hogar, que arde con un solo leño gigante)



-Déjeme decirle algunas cosas antes de comenzar, mi querido amigo. Todo lo que usted ha experimentado durante estos largos años de trayectoria, fueron solamente para llevar a cabo exámenes que nuestro grupo de científicos, y yo mismo, por supuesto, hemos estado tratando de entender el comportamiento humano de un ser tan extraordinario como usted, Rono. Sí. Así es la verdad. Espero que usted pueda comprender en su pequeño cerebro estas cosas, particularmente las dudas y conflictos morales con los que se ha visto involucrado, sí. ¿Tiene usted alguna pregunta para hacerme, alguna duda al respecto, a modo de coda?



Rono se tomó un momento para reflexionar. Luego de 27 minutos dijo:



-¿Qué es una coda? -preguntó.


- Significa “a modo de final” -le respondió el doctor Barbui.


- Ah, ok. Pero, ¿entonces significa que todo ha terminado, que ya no me van a utilizar más para experimentar conmigo y todo eso? ¿Hemos llegado al final?


- Bueno, en parte sí. Ya no lo tendremos que someter a cosas tales como los viajes en el tiempo, las vicisitudes de la vida cotidiana, etcétera. Sí. Todo eso ha terminado. Sí. Pero aún nos falta una pequeña cosa más para concluir con esta increíble historia suya, mi querido amigo, sólo una pequeña cosa más. ¿Está usted preparado para oír de qué se trata?


Rono caviló un segundo o diez.


-Sí -contestó.


- Bueno, está bien entonces. Mire, primero que nada, los científicos y yo hemos estado analizando y observando todo, pero absolutamente todo lo que ha sucedido en estos más de veinte años, todas sus hazañas, todos sus inconvenientes, todas sus excentricidades y demás cosas. Y hemos arreglado que se le va a ofrecer que pueda llevarse consigo algo de cada lugar, de cada época, de cada destino, para que usted atesore en su propiedad, sí. Lo que desee le será otorgado, señor Rono.



El perro despertó y dijo medio adormecido:


-Peduile que te traigan a la Negruita.


- ¡Cállate vos laputamadrequeteparió! -amonestó Rono al can. Pero, luego de un segundo de silencio, consideró pertinente esa idea. Sí, quería a su legítima esposa de vuelta con él. Deseaba, sin saberlo durante este tiempo, que ella volviera a su lado y que pudieran vivir juntos por siempre. Aunque sólo ella pudiera hablar repitiendo la última palabra que uno le decía, quería estar de vuelta en compañía suya, de verdad.


- Bueno, si eso es lo que desea, se pueden hacer los arreglos necesarios para ello. Sí. No creo que hayan inconvenientes. ¿Es eso entonces lo que desea? Porque también se le ha dispuesto una cantidad considerable de dinero para que viva holgadamente por el resto de su vida. Usted, su esposa la Negrita… y, si no me equivoco, el perro también le pertenece si lo quiere llevar con ustedes.



Rono miró al animal, que se arrastraba y movía la cola y entrecerraba los ojos acercándose hacia donde estaba Rono. Y por primera vez en su vida, creía Rono, no tuvo el impulso natural de aplicarle una patada.



-Sí -contestó-. Quiero una casa de 950 metros cuadrados, con tres pisos y con jardín trasero con una piscina bien grande y un amplio quincho con churrasquera para hacer asados, una mesa de billar, la casa con cuatro baños, una sala de juegos, y nueve habitaciones. Ah, y también quiero la guita esa que usted dice que me pueden dar. Y… -pensó Rono un instante-. Y el Batimóvil. Nada más.


- Bueno, claro que todo eso va a llevar algún tiempo en concretarse, usted entiende…


- Sí, no hay drama. Por ahora me puedo quedar en este departamento, ¿o no?


- Claro, sí, seguro. Debería hacer un último llamado telefónico para que eso se pueda arreglar ya mismo.



Y mientras Barbui sacaba el teléfono de su portafolio. A Rono se le ocurrió una última cosa. Tal vez la más importante.


-¡Espere, espere un minuto, doctor! -Exclamó Rono.


- Sí, ¿qué sucede?


- Antes de que haga esa llamada quisiera pedirle una última cosa, un último deseo, si es posible…


- Me intriga usted. Dígame, sí, le escucho.


- ¿Sería posible que le pidiera a los científicos si nos pueden enviar a la Negrita, al perro de mierda este y a mí, a los tres, junto con todo lo que me dijo que me iban a dar, al pasado, a una época especial que tengo ganas de visitar, digo, si es posible, a modo de vacaciones esta vez y no de experimento?


- Mmmh, a ver, ¿qué es lo que tiene en mente?


- Deseo ir a Inglaterra. A los años sesenta del siglo xx. Y deseo conocer en persona a Los Beatles. Quiero hacerme amigo y andar con ellos.


- Bueno, Rono, si eso es lo que desea pedir, no creo que hayan inconvenientes para hacer los arreglos pertinentes. Considérelo algo hecho.



Y así, al final, Rono pudo cumplir con todos sus deseos. Estuvo casi un año y medio en Inglaterra, se hizo muy amigo de John Lennon más que de los otros tres. Asistió a conciertos y a sesiones de grabación, y muchas más cosas que, por primera vez en mucho tiempo, lo dejaron satisfecho y contento.



Cuando regresó de este viaje. Todo estaba dispuesto perfectamente para su nueva vida. La casa era estupenda. Y el dinero no le faltaría nunca más en el resto de su vida.


Así, el doctor Barbui seguía visitando de vez en cuando a su amigo.


Rono, la Negrita y el perro… y el niño que la esposa de Rono llevava en su vientre, vivieron juntos y felices para siempre.



Ah, Nont'gunna, el neptuniano, también se fue a vivir con ellos, era el asistente y el mayordomo de la familia.





*** *** *** Fin *** *** ***



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