Capítulo 1: RONO Y LOS COLECTIVOS
Mini-capítulo: La odisea del colectivo
Rono sube al colectivo con la esperanza de llegar vivo a algún lugar. La realidad: un campo de batalla urbano.
El timbre traicionero
Toca el timbre y espera que EL SEÑOR chofer detenga el colectivo. Pero no, el colectivo avanza y la ciudad se transforma en un laberinto de asfalto. Rono, agarrado del pasamanos, murmura: “Putamadreche… ¿me querés llevar hasta tu casa, putooo?” mientras esquiva a un repartidor de pizzas que cruza por la puerta.
La mirada asesina
EL SEÑOR te mira como si fueras el culpable de la inflación, el cambio climático y la desaparición de los pimientos rojos en el supermercado. Rono respira hondo, pensando: “Al menos no tengo que preguntarle por qué existe el universo…”
El vuelto escurridizo
Pagó el boleto y el cambio se mueve como pez escapando de la sartén. Entre giros, frenos y una curva que casi hace volar a un abuelo dormido, Rono logra atrapar una moneda. Victoria efímera. Chasquido de lengua y puteada interna: “la recontra puta madre que te parió…”
El “ya te doy el vuelto”
Promesa vacía. Rono desiste y baja del colectivo con un salto calculado como si fuera un acróbata, mientras EL SEÑOR lo observa con expresión de “esto te pasa por vivir”.
Descender con estilo
Un pie afuera, otro adentro, manos aferradas a cualquier cosa: barra, cinturón, alma del universo… Rono baja ileso (casi), pero en su interior planea mentalmente cómo vengarse de todos los choferes del mundo.
La impuntualidad elegante
Si Rono tiene prisa, EL SEÑOR avanza a paso de caracol con reloj invisible. Segundo chasquido de lengua, mirada de “ya vas a llegar tarde al fin del mundo” y resoplido digno de un dragón.
El arrancón mortal
Al intentar cruzar el pasillo, EL SEÑOR arranca como si la vida dependiera de ello. Rono, aferrado al respaldo de un asiento, grita: “¡eeehh paráaa qué te creés que es esto, laconchadetuhermanaaaa!” mientras el colectivo se tambalea como barco en tormenta.
Capítulo 2: RONO Y LOS ASADOS
Mini-capítulo: La cruzada del supermercado
Comprar un asado es como escalar el Everest, pero con más vino barato y puteadas internas.
El ritual de la carnicería
Rono entra y descubre que el número que sacó es casi un boleto de lotería perdida: 37 personas delante. Se sienta en el piso, saca una botella pequeña de cabernet y practica respiraciones zen mientras planea la venganza contra todos los que llegaron antes.
La panadería infernal
Serie C, número 011… y la enfermera-barbijo-gorrita llama al 009. Rono toma nota mental de los futuros insultos: “te voy a escribir un tratado sobre cómo arruinás mi vida cada día”.
La verdura que se esconde
Busca pimientos rojos y verdes. No hay. Rono se inclina hacia la góndola vacía y susurra: “laputamadre…”. Decide que la ensalada será aburrida pero digna.
El vino como combustible
Encuentra un cabernet que no supere los 12 pesos. Lo agarra, como si sostuviera la antorcha olímpica. Compra sacacorchos y se da cuenta de que en casa hay más botellas vacías que platos limpios.
La espera eterna
Vuelve a la carnicería. Todavía no le toca el turno. Toma sorbo de vino y observa a un niño llorando por un chorizo. Rono lo mira con compasión y cierto orgullo: “al menos alguien sufre igual que yo”.
La caja final
Cola interminable. Maquinita de tarjeta que no funciona. Rono pone cara de asesino silencioso, bebe de la segunda botella y planea su regreso con inspector, abogado y gobernador bajo el brazo. Sale del supermercado balbuceando y prometiendo que la próxima vez traerá catapulta, megáfono y lista de nombres de todos los carniceros de la ciudad.
Repetición inevitable
Porque la vida y el asado son ciclos, Rono sabe que otro día regresará, sobrio (o no), y repetirá todo desde el paso 1.
Si querés, puedo hacer otra versión aún más delirante, agregando mini anécdotas absurdas dentro de cada paso, por ejemplo: un colectivo que empieza a hablar, vecinos raros del supermercado, peleas ridículas por el vino, etc. Todo al estilo surrealista-humorístico de Rono, como si fuera un volumen completo de aventuras cortas.
¡Perfecto! Entonces vamos a crear un nuevo intermedio al estilo de Rono, con su humor ácido, exageraciones y pequeñas odiseas cotidianas. Te propongo este:
RONO Y LA TECNOLOGÍA
Rono, decidido a modernizar su vida, se enfrenta a la tecnología moderna, que en realidad es una conspiración universal para hacerlo renegar. Aquí sus experiencias:
El celular que conspira
Compra un teléfono nuevo. Se enciende, se apaga solo, y cada vez que intenta desbloquearlo, pide huella, rostro, voz, ADN, código secreto del gobierno y contraseña de Netflix. Rono: “¿Qué querés de mí, putamadre?”
Aplicaciones traicioneras
Descarga una app de recetas pensando en el asado del domingo. La app le recuerda que no tiene pimientos, ni carbón, ni amigos. Primera puteada interna: “Esto es peor que la carnicería, laconchadetuhermana…”
Mensajería instantánea
Intenta enviar un mensaje. El corrector automático convierte “hola, ¿cómo estás?” en “hola, te odio, ladrón de pimientos”. Rono mira la pantalla y planea mudarse a una isla desierta sin señal de wifi.
Redes sociales
Abre Facebook y descubre que todos sus amigos tienen vidas perfectas. Rono hace scroll mientras bebe un café y murmura: “sí, claro, todos contentos mientras yo persigo el vuelto del colectivo”.
Actualizaciones infinitas
El teléfono pide actualizarse 37 veces en el mismo día. Cada actualización trae nuevas funciones que nadie pidió y complicaciones que nadie entiende. Rono lo mira fijamente y dice: “¿Me estás tomando el pelo, o qué?”
La venganza de la impresora
Decide imprimir su receta de asado. La impresora imprime media hoja y se detiene. Rono golpea suavemente la mesa… la impresora responde con pitidos de guerra. Putear a la tecnología como si fuera un enemigo medieval.
Conclusión tecnológica
Después de horas, Rono logra enviar un mensaje, leer una receta incompleta y beber café mientras la impresora descansa. Concluye: la tecnología es útil… pero solo si querés desarrollar la paciencia de un monje tibetano con rabia acumulada.
RONO Y LOS TAXIS
El taxista filósofo
Sube a un taxi y el conductor empieza a contar la historia de su vida, la de su gato y el misterio del universo. Rono asiente, pero por dentro: “por favor, llévame a mi casa antes de que me explote la cabeza”.
GPS traicionero
El GPS del taxi indica girar a la derecha… sobre un canal. Rono se agarra del asiento, grita: “eeeeehhh paráaaa, laconchadetuhermanaaa!” mientras el taxista sonríe como si todo fuera parte de un juego.
El pago imposible
Al terminar el viaje, Rono intenta pagar con tarjeta. El taxímetro dice que solo acepta monedas de 1973. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió”.
Carrera infinita
El taxista insiste en dar “la vuelta más pintoresca de la ciudad” porque quiere mostrar el mural de su exnovia. Rono mira por la ventana mientras calcula mentalmente cuántos colectivos podría haber tomado en ese tiempo.
Conclusión
Baja del taxi sano, pero con la certeza de que los taxis fueron inventados por seres malvados que querían probar su paciencia y su vocabulario de puteadas internas.
RONO Y LOS SUPERHÉROES DE LA CIUDAD
Encuentro inesperado
Rono camina por la calle cuando un tipo con capa cae frente a él. Superhéroe: “¡Rono! Necesito tu ayuda para salvar la ciudad”. Rono: “¿Me estás cargando? ¡Tengo que comprar pimientos!”.
El plan imposible
El superhéroe le pide que corra detrás de un villano que roba panaderías. Rono corre, tropieza, derrama café y grita: “esto es peor que el colectivo, laconchadetuhermana!”.
Los gadgets traicioneros
El superhéroe le da un cinturón con botones misteriosos. Rono aprieta uno… y activa un confeti gigante sobre la plaza. Segunda puteada interna: “¡yo quería salvar la ciudad, no carnavalizarla!”.
La fama incómoda
Alguien lo fotografía y aparece en todas las redes sociales como “el ayudante accidental de héroes”. Rono observa y piensa: “sí, perfecto, ahora todos me odian porque tiré confeti sobre el jefe de la ciudad”.
Conclusión heroica
Rono decide que los superhéroes son raros, los villanos son insoportables y que él prefiere sus asados y sus colectivos.
RONO Y LAS FERIAS
El paseo prometido
Rono llega a la feria con la ilusión de comprar frutas y verduras. Al instante descubre que todos los puestos compiten por vender cosas imposibles de alcanzar. “Laputamadre… ¿por qué los tomates están en la luna?”
Los vendedores argumentativos
Cada puesto tiene un vendedor que discute sobre todo: si la fruta está madura, si la verdura es orgánica, si el sol afecta el precio. Rono asiente mientras sueña con arrojar naranjas al espacio.
La comida callejera
Decide comer algo rápido: compra una empanada que escupe salsa por todos lados. Rono la atrapa al vuelo, pero termina con la camisa destruida y la segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió empanada”.
El carrusel de las filas
Las filas para pagar son como laberintos. Rono avanza un metro cada diez minutos, mientras observa que todos los demás parecen tener paciencia infinita y él no.
Conclusión ferial
Sale de la feria con frutas aplastadas, verduras desaparecidas y un recuerdo imborrable: las ferias fueron inventadas para enseñar a Rono que la paciencia es un mito.
Si querés, puedo continuar con INTERMEDIOS Nº 7, 8 y 9, creando más mini-aventuras delirantes de Rono, con situaciones absurdas en supermercados, transportes, tecnología o cualquier actividad cotidiana.
¡Perfecto! Vamos a crear tres intermedios nuevos, cada uno con el estilo delirante, surrealista y puteadas internas de Rono. Cada episodio será una mini-aventura con su humor ácido:
RONO Y EL BANCO
La odisea del cajero
Rono llega al banco con la esperanza de sacar dinero rápido. Primer obstáculo: el cajero automático decide “descansar”. Rono murmura: “putamadre, ¿tenés vacaciones también vos?”.
La fila eterna
Cola infinita de 47 personas y un solo empleado. Rono observa cómo todos los demás se saludan como si fueran parte de una secta. Segunda puteada interna: “la recontra puta que los parió”.
Trámites incomprensibles
Cuando finalmente le toca, el empleado le pide formularios, firmas y tres testamentos notariales que nadie había mencionado. Rono piensa en volver a su isla y abrir un restaurante clandestino en el patio de su casa.
El número perdido
Para pagar su tarjeta, debe sacar un número en otra ventanilla. Lo hace. El número pasa sin llamarlo. Rono grita mentalmente: “eeeehh paráaaa, putos, ¿a quién le toca?”.
Conclusión bancaria
Sale del banco con las manos vacías, tres formularios incompletos y la certeza de que los bancos fueron inventados para arruinarle la vida a cualquiera que no tenga paciencia de monje tibetano.
RONO Y LA LAVANDERÍA
Ropa rebelde
Rono llega con ropa sucia. La lavadora decide tomar decisiones propias: pone agua fría en el ciclo caliente y centrifuga como si fuera un trompo de feria. Rono observa: “laputamadre, ¿qué clase de brujería es esta?”.
La secadora vengativa
La secadora se traga un calcetín. Rono pasa 20 minutos buscándolo dentro de todos los rincones posibles. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió secadora, devuelveme mi alma”.
Otros clientes insólitos
Vecinos traen frazadas, almohadas, cortinas, y Rono se siente como en un circo de lavandería. Un niño lanza jabón en polvo como si fuera confeti. Rono: “¿esto es un lavado o carnaval?”.
El pago imposible
Al pagar, la máquina de tarjetas se queda sin conexión. Rono lanza mirada asesina y murmura: “me los voy a comer a todos, y no metafóricamente”.
Conclusión lavandera
Sale con ropa semi-lavada, un calcetín menos y la certeza de que la lavandería es un campo de batalla moderno.
RONO Y EL CINE
La entrada imposible
Rono llega al cine con ilusión de ver una película tranquila. La fila es interminable y los tickets se venden en una máquina que parece de la era espacial. “putamadre, ¿querés matarme con esto?”
Palomitas traicioneras
Compra un combo de palomitas y gaseosa. La bolsa se rompe, la gaseosa se derrama y un niño le roba el último caramelo. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió niño ladrón”.
Asientos incómodos
Su asiento está al lado de una pareja que discute sobre política, y un tipo ronca como un elefante. Rono suspira, saca audífonos y murmura: “esto es peor que el colectivo, laconchadetuhermana”.
La película traicionera
La película es subtitulada y en idioma que parece inventado. Rono lee, interpreta, adivina y finalmente decide inventar su propia trama: héroes que comen asados y villanos que viajan en colectivo.
Conclusión cinematográfica
Sale del cine confundido, con palomitas en la espalda y la certeza de que ver una película hoy implica más supervivencia que disfrute.
¡Perfecto! Vamos a continuar con los INTERMEDIOS Nº 10, 11 y 12, manteniendo a Rono en su delirio cotidiano, con exageraciones, humor ácido y puteadas internas:
RONO Y EL HOSPITAL
La recepción conspirativa
Rono entra al hospital y la recepcionista le pide un formulario que parece salido de otra dimensión. “Putamadre, ¿dónde quedó la humanidad?”
La sala de espera eterna
Se sienta y observa que todos los pacientes están como congelados en el tiempo. Una señora teje bufandas mientras otro hombre mira al techo y parece discutir con él. Segunda puteada interna: “la recontra puta que los parió, ¿cuánto falta?”
El médico parlanchín
Finalmente lo atiende un médico que habla en términos incomprensibles. Rono asiente con cara de sabio y por dentro piensa: “yo sólo vine por un dolor de cabeza, no a estudiar filosofía médica”.
El pago imposible
Al pagar, la caja anuncia que la tarjeta no funciona y el cajero está ocupado con un paciente que discute por su receta. Rono murmura: “eeeehh paráaa, ¿qué clase de sistema es este?”.
Conclusión hospitalaria
Sale con pastillas, receta y la certeza de que los hospitales existen para poner a prueba la paciencia de los mortales… y de los Ronos.
RONO Y EL AEROPUERTO
La fila de seguridad infernal
Rono llega con tiempo, pero la fila de seguridad parece un viaje a Mordor. “Laputamadre, ¿estamos haciendo peregrinación o volando?”
Equipaje traicionero
La máquina detecta un objeto sospechoso en su mochila. Resulta ser un chorizo olvidado del asado del domingo. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió chorizo”.
La puerta que se mueve
Corre hacia la puerta de embarque y descubre que cambió de número tres veces. Rono grita mentalmente: “eeeehh paráaa, putos, ¿me quieren hacer perder el vuelo?”.
Comida de aeropuerto
Compra un sandwich y agua mineral que juntos cuestan más que un litro de vino. Rono suspira: “sí, perfecto, ahora entiendo por qué la gente llora en aeropuertos”.
Conclusión aeroportuaria
Finalmente aborda, se sienta y decide que los vuelos sirven para reflexionar sobre la vida, la paciencia y la venganza contra todo tipo de máquinas electrónicas.
RONO Y LAS FIESTAS FAMILIARES
El saludo interminable
Rono llega y debe saludar a 37 primos, tíos y vecinos. Cada uno pregunta: “¿y el trabajo, y la novia, y los pimientos?”. “Putamadre… me voy a esconder”.
La comida traicionera
El asado está seco y la ensalada sin aliño. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió cocina familiar”.
El tío opinólogo
Un tío comenta política, economía, fútbol y la desaparición de los pimientos rojos en el supermercado. Rono escucha con atención felina y planea su huida estratégica.
El baile obligatorio
Le toca bailar con alguien que tiene menos ritmo que un tractor viejo. Rono mueve los pies como si fueran extremidades ajenas, tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa!”.
Conclusión familiar
Se despide, prometiendo regresar en otra vida, con la certeza de que las fiestas familiares son un simulacro de guerra, diseñado para entrenar su paciencia y su arte de putear en silencio.
¡Perfecto! Vamos a continuar con INTERMEDIOS Nº 13, 14 y 15, llevando a Rono a escenarios aún más absurdos y delirantes, con su humor ácido, puteadas internas y exageraciones épicas:
RONO Y EL SUPER MERCADO AVANZADO
Entrada futurista
Rono entra al supermercado y una puerta automática le pide reconocimiento facial, huella dactilar, ADN y contraseña de Netflix. “Putamadre, ¿quién diseñó esto, Elon Musk?”
Carrito rebelde
El carrito de compras tiene sensor propio y decide ir hacia la góndola de chocolates mientras Rono quería verduras. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió, carrito maldito”.
Cajera robot
Intenta pagar y la cajera robot analiza cada producto como si fuera código fuente. Rono murmura: “sí, perfecto, ahora entiendo por qué la humanidad va a desaparecer”.
La góndola imposible
Los tomates están suspendidos en imanes flotantes. Rono intenta agarrarlos, pero salen volando. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa!”.
Conclusión tecnológica
Sale con media compra, un poco de dignidad perdida y la certeza de que los supermercados futuristas fueron diseñados para volver loco a cualquiera.
RONO Y EL TRANSPORTE SURREALISTA
Colectivos voladores
Rono sube a un colectivo que levita. Al principio emoción… luego miedo: el colectivero maneja con un joystick y pone música de película épica. “Putamadre, ¿me tirás de la ciudad?”
Taxis submarinos
Decide tomar un taxi que viaja por túneles subterráneos llenos de agua. La puerta gotea y un pez se cuela en el asiento. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió, pez insolente”.
Semáforos vivos
Los semáforos tienen personalidad propia y cambian de color cuando Rono piensa que es seguro cruzar. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, semáforo hijo de puta”.
La llegada
Finalmente llega a destino, mojado, mareado y con cara de pocos amigos, mientras el colectivero y el pez lo miran como si nada hubiera pasado.
Conclusión surrealista
Rono decide que el transporte alternativo es un deporte extremo para gente con paciencia infinita y estómago de hierro.
RONO Y LA CIUDAD EN HORARIO PICO
El caos matutino
Rono intenta cruzar la ciudad en hora pico. Colectivos, taxis, scooters y peatones lo atacan desde todos los ángulos. “Putamadre, ¿todos se confabularon contra mí?”
Peajes infinitos
Cada peaje parece tener un guardia que lo mira como si Rono hubiera cometido un crimen ancestral. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió peajes de mierda”.
Semáforos traicioneros
Cada semáforo dura exactamente lo que Rono tarda en calcular mentalmente su venganza. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa!”.
Vecinos de ciudad
Un ciclista desafía todas las leyes de tránsito y un repartidor grita porque Rono bloquea su camino. Rono respira profundo, murmura algunas puteadas bajo la barba y sigue adelante.
Conclusión urbana
Finalmente llega a destino, con cara de guerra, zapatos sucios y la convicción de que sobrevivir en la ciudad en hora pico es más épico que cualquier película de acción.
RONO Y LA PLAYA DEL VERANO
Llegada al paraíso… relativo
Rono llega a la playa con su toalla y sombrero. Primer golpe de realidad: la arena quema como carbón y todos los turistas parecen actores de telenovela. “Putamadre… ¿a quién se le ocurre esto?”
Sombrilla traicionera
Coloca la sombrilla y el viento la arrastra directo hacia un grupo de niños que gritan y lanzan arena. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió viento cabrón”.
El agua del mar
Decide meterse al mar y una ola lo revuelca como ensalada de verano. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, mar hijo de puta”.
Los vendedores ambulantes
Intentan vender helados, flotadores y sandías. Uno le ofrece un coco que parece tener vida propia. Rono murmura: “sí, perfecto, otro enemigo disfrazado de fruta”.
Conclusión veraniega
Rono se retira al atardecer, con arena en todos lados, protector solar en la cara y la certeza de que la playa fue inventada para hacer sufrir a la humanidad.
RONO Y EL TRANSPORTE RURAL
Camino de tierra infernal
Rono sube a un tractor que promete rapidez. Cinco minutos después: barro, baches y vacas que parecen conspirar contra su viaje. “Putamadre… ¿esto es transporte o entrenamiento militar?”
Animales traviesos
Un caballo cruza el camino y un gallo decide posarse en la rueda del tractor. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió gallo insolente”.
Carretera imposible
Rono intenta adelantar a un carretero con dos caballos que avanzan como si fueran de otra dimensión. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa, ¿vamos o qué?”.
Llegada triunfal
Finalmente llega a la granja con barro hasta las rodillas y la certeza de que el transporte rural es un deporte extremo que ningún GPS moderno podría calcular.
Conclusión rural
Rono decide que los caminos rurales son una mezcla de aventura y tortura, y que los tractores merecen respeto… y un poco de miedo.
RONO Y LAS COMPRAS NAVIDEÑAS
La entrada infernal
Rono entra a un centro comercial y la música navideña suena en bucle infinito. Multitudes de gente lo empujan y los muñecos de Santa parecen reírse de su sufrimiento. “Putamadre… ¿ya es Navidad o me están torturando?”
Los adornos traicioneros
Intentar agarrar un adorno se convierte en acto de equilibrio. Uno cae y rompe una bola de cristal. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió adorno asesino”.
El carrito imposible
El carrito de compras choca con otro, que a su vez es empujado por un niño con carrito propio. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa, ¿qué es esto, la guerra de carritos?”
Caja lenta y desesperante
Finalmente llega a la caja: 37 personas delante, la máquina de tarjetas no funciona y el cajero parece un monje tibetano que meditó demasiado.
Conclusión navideña
Rono sale del centro comercial con regalos aplastados, vino barato en la mochila y la certeza de que las compras navideñas fueron diseñadas para volver loco a cualquiera… menos a los elfos de Santa.
RONO Y EL PARQUE DE ATRACCIONES
Entrada con advertencia
Rono llega al parque y un cartel dice: “Aquí la diversión puede ser mortal, literal”. “Putamadre… ¿esto es un parque o un simulador de tortura?”
Montaña rusa suicida
Sube a la montaña rusa y descubre que los asientos tienen vida propia: se mueven, giran y lo lanzan hacia todos lados. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió asientos locos”.
Algodones de azúcar agresivos
Compra un algodón de azúcar y el viento lo lleva directo a la cara de un niño enfurecido. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa, ¿esto es guerra o postre?”.
El carrusel de los horrores
Decide subir al carrusel pensando que será tranquilo. Los caballos giran como trompos y un unicornio vomita confeti. Rono suspira, se agarra del barandal y murmura: “sí, perfecto, todo en mi contra”.
Conclusión parque
Sale mareado, con pelo pegajoso de algodón de azúcar y la certeza de que los parques de atracciones son laboratorios de paciencia y resistencia física… y mental.
RONO Y EL TRANSPORTE INTERPLANETARIO
Subida al colectivo espacial
Rono intenta abordar un colectivo lunar. La gravedad cero hace que su bolso salga volando y el chofer grite instrucciones incomprensibles. “Putamadre… ¿esto es transporte o parque de diversiones cósmico?”
Turbulencias estelares
Mientras avanza, el vehículo atraviesa un campo de meteoritos que lo sacuden como licuadora. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió meteoritos cabrones”.
Pasajeros alienígenas
Un grupo de alienígenas come algo que huele a sopa de metal. Rono se aprieta contra el asiento y murmura: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa, ¿me van a envenenar?”.
Llegada a Marte… más o menos
Finalmente aterriza, pero la plataforma de salida está cubierta de polvo rojo que se pega a todo. Rono suspira, mira al horizonte y piensa: “sí, perfecto, esto es peor que el colectivo y la carnicería juntos”.
Conclusión interplanetaria
Rono decide que los viajes espaciales son un deporte extremo reservado a quienes disfrutan del caos absoluto… y de la sensación de gravedad invertida.
RONO Y LA CIUDAD INVADIDA POR TURISTAS
Calle principal invadida
Rono intenta caminar y las calles están llenas de turistas con selfies, mochilas gigantes y sombreros imposibles. “Putamadre… ¿me mudé a un zoológico humano?”
Drones agresivos
Un drone con cámara pasa rozando su cabeza y captura todo su cabello alborotado por el viento. Segunda puteada interna: “la recontra puta que te parió drone espía”.
Semáforos bloqueados
Cada semáforo parece tener miedo de los turistas y cambia de color de manera aleatoria. Tercera puteada interna: “eeeehh paráaa, laconchadetuhermanaaa, ¿qué clase de ciudad es esta?”.
Comida callejera imposible
Rono quiere un choripán pero el vendedor está rodeado por cinco turistas que gritan en idiomas que no existen. Rono se resigna, come pan seco y murmura: “sí, perfecto, ahora entiendo por qué la gente se queja de las vacaciones”.
Conclusión turística
Finalmente llega a su destino con ropa arrugada, cara de pocos amigos y la certeza de que sobrevivir a una ciudad invadida por turistas requiere paciencia, resistencia física y arsenal de puteadas internas ilimitadas.
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EPÍLOGO: RONO Y LA VIDA MISMA
Rono se sienta en su isla, contemplando el horizonte. El sol cae sobre el océano y él respira profundo, aunque no demasiado, porque sabe que cualquier cosa puede pasar: un colectivo que levita, un carrito de supermercado que decide vengarse, o un turista lanzando selfie-sticks como dardos.
Piensa en todo lo que vivió: los transportes imposibles, los asados interminables, los bancos, hospitales y parques de diversiones que parecían diseñados para poner a prueba su paciencia y su vocabulario de puteadas internas. Se da cuenta de que la vida es como un gran supermercado futurista: caótica, traicionera, con precios ridículos y cambios inesperados, pero también con sorpresas que valen cada momento de enloquecimiento.
Rono sonríe mientras su perro lo mira desde la arena, con esa mezcla de complicidad y juicio que sólo los animales saben dar. “Putamadre… la vida es un desastre total, y yo la amo así”, piensa mientras se levanta, listo para enfrentar el próximo colectivo, la próxima carnicería o el próximo meteorito que se cruce en su camino.
Y así, entre puteadas internas, sorbos de vino barato y aventuras surrealistas, Rono sigue su viaje, siempre un poco más delirante, siempre un poco más vivo, demostrando que incluso en el caos más absurdo, uno puede encontrar su propia paz… o al menos, un momento para putear en silencio...
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