8. EL TESTER
Unas pocas horas más tarde, Rono era conducido hacia un nuevo circuito que se anunciaba como novedad para la próxima temporada de la Fórmula 1. Y Rono tenía que conducir uno de los nuevos modelos de Renault, preparándose de esta manera para ser uno de los más encumbrados test drivers del nuevo proyecto. Le dieron el auto para que lo probara, pero nadie le dio ninguna instrucción sobre lo que tenía que hacer. En estas condiciones se disponía a sacarlo de los pits.
― Salgo ―comunicó Rono por el intercomunicador al ingeniero del equipo.
― ¿Sale a pista?
― No.
― ¿Cómo dice? ―Se preocupó el ingeniero, previendo un problema en el motor o la transmisión.
― lgo …l auto. ―La comunicación se cortaba un poco, doble preocupación del equipo ahora.
― Por favor repita, no se oye bien. ¿Le sucede algo al auto quiso decir?
― ¡… o! Qui… o salir ahor…aaa. ―Comenzaba a irritarse ahora Rono.
Detrás de numerosos monitores de cristal líquido con jugosa información actualizada de todo lo concerniente al auto y a la pista, los miembros del equipo se miraban inquietos y desconcertados. El ingeniero hizo un gesto de que mantuvieran la calma, que estaba todo bien.
― No quiere salir ahora. Muy Bien, avísenos, estamos listos cuando quiera.
Dentro del cockpit del piloto, con la cámara a bordo desde arriba se podía observar el casco de Rono moviéndose violentamente hacia todos los costados, luego se detenía, y comenzaba a sacudirse otra vez, como lo haría la cabeza de un pájaro si lo aprisionáramos con las manos.
― ¡Qui… ro Sali… iiir, lap… quelosparió! ―gritó Rono, ya enfurecido.
Uno de los del equipo salió corriendo hacia el pit para asistir a Rono y ver en persona cuál parecía ser el problema. El perro, con casco y traje antiflama y toda la precaución que llevan encima estas personas, fue también por si hacía falta su ayuda.
― Sacáme de acá, sacáme… ― se podía escuchar débilmente a Rono dentro del vacío silencio del casco. El perro le limpiaba el visor con la lengua―. No me puedo sacar los cinturones, pará…
El asistente sacó a Rono del cockpit con absoluta rapidez y profesionalidad, removió los broches de su hans protector y luego lo condujo hacia adentro del box. Kimi Raikkonen pasó a su lado y Rono lo saludó.
― ¡Lewis! ―le gritó. Y levantó la mano con la palma hacia delante para chocársela al finlandés de Ferrari. Kimi lo ignoró por completo.
― Esue nuo es Hamiltuon ―dijo el perro detrás de él. Rono le acomodó una patada con las botitas de piloto. Le dolió más a él.
El ingeniero esperó que le quitaran el casco a Rono, porque él era incapaz de hacerlo, y le preguntó qué había sucedido. Rono negó con la cabeza, chasqueando la lengua con el paladar, haciéndose el preocupado, las manos en la cintura, como cuando muestran a los experimentados pilotos que sufren inconvenientes en las carreras y deben abandonar, con las cámaras de televisión siguiendo todas sus expresiones de frustración al respecto. Se quitó él mismo un guante, con el otro no pudo. Lo arrojó con leve violencia, como enojado, el guante aterrizó desafortunadamente en una plataforma de controles y luego de un breve silbido todos los equipos se apagaron, perdiéndose así valiosos datos para la carrera. El ingeniero de la escudería ensombreció su rostro, y Rono, desentendido, miró el cielo a través del cristal, hizo una mueca con la boca.
― Esperemos que no llueva ―dijo.
― ¿Me puede decir qué pasó? ―. El ingeniero cruzó los brazos.
― No sé, no sé ―Rono estudiaba el piso y negaba con la cabeza ― Venía bien, venía bastante bien hasta que intenté ponerlo al límite, o sea, darle arranque viste, y no sé… ahí, ahí empieza a comportarse extraño el auto, porque no encuentro el agujero para meter… y me faltaba, me faltaba la llavecita viste, the key, para poder arrancarlo. No me dieron la llavecita tampoco…
― No lo puedo creer ―dijo el ingeniero, los ojos bien abiertos, ante el evidente desconocimiento de Rono. Porque, como todo el mundo sabe, los autos de Fórmula 1 se encienden electrónicamente desde un pequeño botón situado a la izquierda del volante.
― Yo tampoco, yo tampoco ―se hacía el resignado Rono.
En ese momento vio a Kimi pasar nuevamente frente a él, pero del otro lado del cristal. Ahora, pensó Rono, sin el casco ni nada se podrían saludar como corresponde, entre colegas. Golpeó enérgicamente el cristal para llamar la atención del talentoso piloto y, contrariamente a lo que se espera de él, el de Ferrari le devolvió amablemente el saludo, aunque sin gestos de reconocerlo ni por casualidad a Rono, desde luego. Pero igual se excitó al ver que le saludaban de vuelta.
― ¡Hakkinen!
El ingeniero y los miembros del equipo se retiraron con la sensación de haber estado siendo víctimas inocentes de una cámara oculta o algo parecido.
― No lo puedo creer ―repetía el ingeniero una y otra vez al pasar por el centro del box.
― Yo Tampuoco ―se agregó el perro, sentado al lado de Rono.
Unas pocas horas más tarde, Rono era conducido hacia un nuevo circuito que se anunciaba como novedad para la próxima temporada de la Fórmula 1. Y Rono tenía que conducir uno de los nuevos modelos de Renault, preparándose de esta manera para ser uno de los más encumbrados test drivers del nuevo proyecto. Le dieron el auto para que lo probara, pero nadie le dio ninguna instrucción sobre lo que tenía que hacer. En estas condiciones se disponía a sacarlo de los pits.
― Salgo ―comunicó Rono por el intercomunicador al ingeniero del equipo.
― ¿Sale a pista?
― No.
― ¿Cómo dice? ―Se preocupó el ingeniero, previendo un problema en el motor o la transmisión.
― lgo …l auto. ―La comunicación se cortaba un poco, doble preocupación del equipo ahora.
― Por favor repita, no se oye bien. ¿Le sucede algo al auto quiso decir?
― ¡… o! Qui… o salir ahor…aaa. ―Comenzaba a irritarse ahora Rono.
Detrás de numerosos monitores de cristal líquido con jugosa información actualizada de todo lo concerniente al auto y a la pista, los miembros del equipo se miraban inquietos y desconcertados. El ingeniero hizo un gesto de que mantuvieran la calma, que estaba todo bien.
― No quiere salir ahora. Muy Bien, avísenos, estamos listos cuando quiera.
Dentro del cockpit del piloto, con la cámara a bordo desde arriba se podía observar el casco de Rono moviéndose violentamente hacia todos los costados, luego se detenía, y comenzaba a sacudirse otra vez, como lo haría la cabeza de un pájaro si lo aprisionáramos con las manos.
― ¡Qui… ro Sali… iiir, lap… quelosparió! ―gritó Rono, ya enfurecido.
Uno de los del equipo salió corriendo hacia el pit para asistir a Rono y ver en persona cuál parecía ser el problema. El perro, con casco y traje antiflama y toda la precaución que llevan encima estas personas, fue también por si hacía falta su ayuda.
― Sacáme de acá, sacáme… ― se podía escuchar débilmente a Rono dentro del vacío silencio del casco. El perro le limpiaba el visor con la lengua―. No me puedo sacar los cinturones, pará…
El asistente sacó a Rono del cockpit con absoluta rapidez y profesionalidad, removió los broches de su hans protector y luego lo condujo hacia adentro del box. Kimi Raikkonen pasó a su lado y Rono lo saludó.
― ¡Lewis! ―le gritó. Y levantó la mano con la palma hacia delante para chocársela al finlandés de Ferrari. Kimi lo ignoró por completo.
― Esue nuo es Hamiltuon ―dijo el perro detrás de él. Rono le acomodó una patada con las botitas de piloto. Le dolió más a él.
El ingeniero esperó que le quitaran el casco a Rono, porque él era incapaz de hacerlo, y le preguntó qué había sucedido. Rono negó con la cabeza, chasqueando la lengua con el paladar, haciéndose el preocupado, las manos en la cintura, como cuando muestran a los experimentados pilotos que sufren inconvenientes en las carreras y deben abandonar, con las cámaras de televisión siguiendo todas sus expresiones de frustración al respecto. Se quitó él mismo un guante, con el otro no pudo. Lo arrojó con leve violencia, como enojado, el guante aterrizó desafortunadamente en una plataforma de controles y luego de un breve silbido todos los equipos se apagaron, perdiéndose así valiosos datos para la carrera. El ingeniero de la escudería ensombreció su rostro, y Rono, desentendido, miró el cielo a través del cristal, hizo una mueca con la boca.
― Esperemos que no llueva ―dijo.
― ¿Me puede decir qué pasó? ―. El ingeniero cruzó los brazos.
― No sé, no sé ―Rono estudiaba el piso y negaba con la cabeza ― Venía bien, venía bastante bien hasta que intenté ponerlo al límite, o sea, darle arranque viste, y no sé… ahí, ahí empieza a comportarse extraño el auto, porque no encuentro el agujero para meter… y me faltaba, me faltaba la llavecita viste, the key, para poder arrancarlo. No me dieron la llavecita tampoco…
― No lo puedo creer ―dijo el ingeniero, los ojos bien abiertos, ante el evidente desconocimiento de Rono. Porque, como todo el mundo sabe, los autos de Fórmula 1 se encienden electrónicamente desde un pequeño botón situado a la izquierda del volante.
― Yo tampoco, yo tampoco ―se hacía el resignado Rono.
En ese momento vio a Kimi pasar nuevamente frente a él, pero del otro lado del cristal. Ahora, pensó Rono, sin el casco ni nada se podrían saludar como corresponde, entre colegas. Golpeó enérgicamente el cristal para llamar la atención del talentoso piloto y, contrariamente a lo que se espera de él, el de Ferrari le devolvió amablemente el saludo, aunque sin gestos de reconocerlo ni por casualidad a Rono, desde luego. Pero igual se excitó al ver que le saludaban de vuelta.
― ¡Hakkinen!
El ingeniero y los miembros del equipo se retiraron con la sensación de haber estado siendo víctimas inocentes de una cámara oculta o algo parecido.
― No lo puedo creer ―repetía el ingeniero una y otra vez al pasar por el centro del box.
― Yo Tampuoco ―se agregó el perro, sentado al lado de Rono.
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